Los fármacos se seleccionan según sus características particulares (p. ej., eficacia, perfil de seguridad, vía de administración y de eliminación, frecuencia de dosificación, coste) y las del paciente (p. ej., edad, sexo, otros problemas médicos, probabilidad de embarazo, grupo étnico y otros determinantes genéticos). Otros fármacos que el paciente puede estar tomando también pueden influir en la selección del fármaco por parte del médico. También hay que evaluar los riesgos y beneficios del fármaco, dado que el consumo de cualquiera de ellos implica un riesgo.
La respuesta a un fármaco depende en parte de las características y el comportamiento del paciente (p. ej., consumo de alimentos o suplementos; cumplimiento de las pautas de dosificación; diferencias en el metabolismo debido a edad [véase Farmacocinética en los ancianos], sexo, raza, polimorfismos genéticos o insuficiencia hepática o renal); la coexistencia de otros trastornos y el uso de otros fármacos.
Los errores farmacológicos (p. ej., la prescripción de un fármaco inadecuado, su administración incorrecta y la falta de comprensión de la receta) también pueden afectar la respuesta.
