Las transfusiones se efectúan para aumentar la capacidad de la sangre para transportar oxígeno, restaurar el volumen de sangre del cuerpo y corregir problemas de la coagulación. Las transfusiones generalmente son inocuas, pero a veces las personas afectadas presentan reacciones adversas.
Para minimizar el riesgo de una reacción adversa durante la transfusión, el personal médico toma muchas precauciones. Antes de iniciarse la transfusión, generalmente unos pocos días u horas antes, la sangre del paciente se coteja con la del donante (excepto en el caso de transfusiones de plasma o plaquetas). En las pruebas cruzadas, el personal del banco de sangre mezcla una pequeña cantidad de sangre del donante y del receptor para asegurarse de que no haya reacción.
Después de hacer una doble verificación de las etiquetas pegadas en las bolsas de sangre que se va a administrar, para asegurarse de que la transfusión es correcta, se suministra lentamente la sangre al receptor por lo general a lo largo de 1 a 4 horas. Dado que la mayoría de las reacciones adversas se producen durante los primeros 15 minutos de la transfusión, el receptor es sometido a una cuidadosa observación al principio del procedimiento. Después de este periodo, el personal de enfermería observa al receptor periódicamente, y deberá suspenderse la transfusión en caso de que ocurra una reacción adversa.
La mayoría de las transfusiones son seguras y exitosas. Sin embargo, en ocasiones pueden producirse reacciones leves, y muy rara vez reacciones graves e incluso mortales.
Las reacciones más frecuentes son
Fiebre
Reacciones alérgicas
Las reacciones más graves son
Sobrecarga de líquidos
Lesión pulmonar
Destrucción de los glóbulos rojos (eritrocitos) debido a una falta de coincidencia del grupo sanguíneo entre donante y receptor
Las reacciones muy poco frecuentes son
Enfermedad del injerto contra el huésped (en la que las células transfundidas atacan las células de la persona que recibe una transfusión)
Infecciones
Complicaciones de una transfusión masiva (mala coagulación de la sangre, temperatura corporal baja y concentraciones bajas de calcio y de potasio).
Fiebre
La fiebre puede estar causada por una reacción a los glóbulos blancos (leucocitos) de la transfusión o a los productos químicos (citocinas) liberados por estos. Por esta razón, la mayoría de los hospitales en los Estados Unidos eliminan los glóbulos blancos de la sangre transfundida después de ser recolectada.
Además de un aumento de la temperatura corporal, la persona tiene escalofríos y a veces dolor de cabeza o dolor de espalda. En ocasiones también aparecen síntomas de una reacción alérgica, como prurito o un exantema (erupción cutánea).
Por lo general, paracetamol (acetaminofeno) para reducir la fiebre es el único tratamiento necesario. Puede administrarse paracetamol (acetaminofeno) antes de la próxima transfusión si se ha tenido fiebre durante la anterior.
Reacciones alérgicas
Los síntomas de una reacción alérgica incluyen prurito, erupción generalizada, hinchazón, mareo y dolor de cabeza. Otros síntomas menos frecuentes son dificultad respiratoria, sibilancias y obstrucción de las vías aéreas. En raras ocasiones, una reacción alérgica es lo bastante grave para causar una presión arterial baja y choque (shock).
Si se produce una reacción alérgica, se detiene la transfusión y se administra un antihistamínico. Las reacciones alérgicas más graves pueden tratarse con hidrocortisona o incluso con epinefrina (preparación farmacéutica de epinefrina [adrenalina]).
Hay tratamientos que permiten realizar transfusiones a personas que previamente han tenido estas reacciones alérgicas. Las personas que presentan reacciones alérgicas graves y repetidas a la sangre donada podrían tener que recibir glóbulos rojos lavados. El lavado de glóbulos rojos (eritrocitos) elimina componentes de la sangre del donante que pueden causar reacciones alérgicas. Debido a que los glóbulos blancos (leucocitos) y las plaquetas (trombocitos) se filtran de la sangre donada antes de almacenarla (un proceso llamado reducción de leucocitos), las reacciones alérgicas son poco frecuentes.
Sobrecarga de líquidos
Los receptores de transfusiones pueden recibir más líquidos de los que su cuerpo puede manejar con facilidad. El exceso de líquido puede causar inflamación en todo el cuerpo o dificultad para respirar y es la causa más habitual de muerte relacionada con la transfusión. Los receptores afectados por enfermedades cardíacas son los más vulnerables, por lo que en su caso la transfusión se lleva a cabo más lentamente y se supervisan muy de cerca. A las personas que reciben demasiado líquido se les administra un medicamento para ayudar al organismo a eliminarlo (un diurético).
Lesión pulmonar
Los anticuerpos del plasma del donante causan otra reacción muy poco frecuente, denominada lesión pulmonar aguda relacionada con la transfusión. Esta reacción puede causar problemas respiratorios graves. Esta complicación es la segunda causa más habitual de muerte relacionada con la transfusión. Ocurre en 1 de cada 5000 a 1 de cada 10 000 transfusiones, pero muchos son leves y por lo tanto no se diagnostican. A la mayoría de las personas con lesiones pulmonares de leves a moderadas se les suministra oxígeno y otros tratamientos que tienen como objetivo mantener la respiración hasta que los pulmones sanen.
Destrucción de los glóbulos rojos (eritrocitos)
A pesar de unas cuidadosas tipificación y pruebas cruzadas, todavía pueden producirse desajustes debido a diferencias sutiles entre donante y receptor (y, en muy raras ocasiones, a errores). Cuando se produce una falta de coincidencia, el cuerpo del receptor destruye los glóbulos rojos transfundidos (una reacción hemolítica) poco después de la transfusión.
Por lo general, esta reacción comienza con una sensación de malestar general o ansiedad durante la transfusión o inmediatamente después. Algunas veces se presenta dificultad respiratoria, opresión torácica, rubor y dolor agudo en la espalda, o la persona tiene la piel fría y húmeda, y la presión arterial baja (choque). En muy raras ocasiones, la persona puede morir.
Tan pronto como los médicos sospechan una reacción hemolítica, detienen la transfusión y administran el tratamiento de soporte para mantener la respiración y la presión arterial. Los médicos hacen pruebas de sangre y orina para confirmar que los glóbulos rojos (eritrocitos) se destruyen.
A veces, una reacción hemolítica se retrasa y ocurre en el transcurso de 1 mes después de una transfusión. Por lo general, esta reacción es leve y solo se detecta cuando se hacen análisis de sangre para monitorizar la recuperación de la enfermedad que requirió la transfusión. Estas reacciones ocurren por la presencia de un antígeno de un grupo sanguíneo poco común en la sangre del donante que no se analiza de forma rutinaria.
Enfermedad del injerto contra el huésped
La enfermedad del injerto contra el huésped es una complicación rara que afecta principalmente a las personas cuyo sistema inmunitario se encuentra debilitado por fármacos o enfermedades. En esta enfermedad, los glóbulos blancos donados (el injerto) atacan los tejidos del receptor (huésped). Los síntomas consisten en fiebre, erupción cutánea, presión arterial baja, menos células sanguíneas de lo normal (recuentos sanguíneos bajos), destrucción de tejidos y choque. Las reacciones pueden ser mortales. Sin embargo, la enfermedad del injerto contra el huésped puede eliminarse si a la persona con el sistema inmunitario debilitado se le transfunden glóbulos rojos y plaquetas que han sido tratados con radiación.
Infecciones
A pesar de las pruebas y del almacenamiento cuidadosos de los productos sanguíneos, a veces se transmiten microorganismos infecciosos durante una transfusión. Los análisis de sangre y una evaluación cuidadosa de los donantes de sangre mantienen baja la tasa de transmisión de microorganismos infecciosos. Sin embargo, a veces los análisis no detectan microorganismos en la sangre de un donante que ha sido infectado muy recientemente o que ha sido infectado por un microorganismo para el cual no se dispone de análisis.
Complicaciones de la transfusión masiva
La transfusión masiva es una transfusión de un volumen de sangre igual al volumen total de sangre de una persona (alrededor de 10 unidades en un adulto promedio) en un periodo de 24 horas o menos. A veces tal transfusión es necesaria después de una lesión grave o durante ciertos procedimientos quirúrgicos. Las principales complicaciones de la transfusión masiva son una mala coagulación de la sangre (coagulopatía) y una temperatura corporal baja (hipotermia).
La coagulación sanguínea se ve afectada porque la sangre transfundida no contiene suficientes sustancias (factores de coagulación y plaquetas) que ayuden a coagular la sangre. Por lo tanto, si los médicos creen que se va a requerir un gran volumen de sangre transfundida, también se transfunden plasma fresco congelado y plaquetas. El plasma freco congelado contiene factores de coagulación.
A veces, la transfusión masiva puede causar hipocalcemia (bajo nivel de calcio en la sangre) y/o hipocalemia (bajo nivel de potasio en la sangre). Las concentraciones muy bajas de calcio pueden causar síntomas tales como espasmos musculares (tetania) y ritmos cardíacos anormales (arritmias). Las concentraciones muy bajas de potasio pueden provocar debilidad muscular y ritmos cardíacos anormales (arritmias).
Puesto que la sangre está refrigerada durante su almacenamiento, la transfusión de muchas unidades de sangre puede dar lugar a una temperatura corporal baja. Para evitar una baja temperatura corporal debida a la transfusión masiva, los médicos utilizan un aparato especial que calienta ligeramente la sangre a medida que pasa a través del catéter intravenoso.