El envejecimiento afecta la funcionalidad de los oídos, la nariz y la garganta en diversos grados. Los efectos del envejecimiento se producen a causa de muchos factores, como el uso y el desgaste provocados por un uso excesivo de la voz, la exposición al ruido intenso y el efecto acumulativo de infecciones, así como el efecto de sustancias como drogas, alcohol y tabaco. Algunas personas de edad avanzada se ven más afectadas que otras.
Es habitual la pérdida progresiva de audición, en especial la de los sonidos más agudos (presbiacusia). La discapacidad auditiva es habitual entre los adultos de edad avanzada, y la tasa de deterioro de la audición aumenta con la edad. Más de una cuarta parte de las personas de 65 años o más sufren discapacidad auditiva, y a los 75 años un tercio de las personas presentan signos de discapacidad auditiva. Los problemas de audición pueden alterar la capacidad de la persona para comprender el lenguaje. Las prótesis auditivas pueden ayudar a muchas personas con pérdida de audición a oír mejor.
El desequilibrio vestibular y el zumbido en los oídos (acúfenos) también son muy habituales en las personas mayores, pero no son normales. Estos cambios se producen porque algunas estructuras relacionadas con la audición y el equilibrio se deterioran lentamente, o a causa del desarrollo de un tumor o de la aparición de un trastorno.
El sentido del olfato puede deteriorarse con la edad. La disminución del sentido del olfato también afecta al sentido del gusto, de modo que los alimentos a veces no saben igual (véase Cambios corporales relacionados con el envejecimiento: boca y nariz).
Con la edad también se producen alteraciones de la voz. Los tejidos de la laringe se endurecen, lo cual afecta al tono y la calidad de la voz, y causa ronquera. Los cambios en los tejidos de la garganta (faringe) pueden producir el paso de alimentos o líquidos hacia el interior de la tráquea durante la deglución (aspiración). Si es persistente o intensa, esta aspiración puede causar neumonía.