Las lesiones hepáticas se caracterizan por varias circunstancias clave:
Se presenta dolor espontáneo y a la palpación en el abdomen que, a veces, se irradia hacia el hombro.
Se utiliza la tomografía computarizada (TC) o la ecografía para detectar lesiones hepáticas.
Las lesiones traumáticas en el hígado a menudo evolucionan de forma favorable sin tratamiento, pero a veces es necesaria la cirugía para reparar la lesión o para extirpar una parte del hígado.
(Véase también Introducción a los traumatismos abdominales.)
Causas de la lesión hepática
El hígado se puede lesionar como resultado de un impacto (por ejemplo, un accidente de tráfico) o un traumatismo penetrante (como una herida por arma blanca o arma de fuego). Las lesiones pueden variar desde acumulaciones relativamente pequeñas de sangre (hematomas) en el hígado hasta grandes desgarros que se extienden en profundidad en el parénquima hepático. Dado que el hígado posee muchos vasos sanguíneos de gran diámetro, el principal problema que ocasionan los traumatismos hepáticos es una hemorragia grave. Casi todo el sangrado se produce dentro de la cavidad abdominal.
Síntomas de una lesión hepática
Las personas con un traumatismo hepático y una hemorragia grave tienen síntomas de choque (shock), incluyendo aceleración de la frecuencia cardíaca, respiración acelerada y piel fría, húmeda, pálida o azulada. También presentan dolor abdominal y dolor a la palpación porque la sangre en el abdomen irrita el tejido abdominal. Cuando la hemorragia es grave, el abdomen también puede estar distendido.
Diagnóstico de la lesión hepática
Pruebas de diagnóstico por la imagen del hígado
En ciertas ocasiones, intervención quirúrgica
Se utiliza la tomografía computarizada (TC) o la ecografía para detectar lesiones hepáticas. A veces es necesaria la cirugía para determinar la extensión de la lesión y para detener el sangrado.
Tratamiento de la lesión hepática
A veces, cirugía u otros procedimientos para controlar el sangrado
La mayoría de las lesiones curan sin tratamiento. Sin embargo, la persona afectada debe ser hospitalizada y vigilada de cerca para asegurarse de que el sangrado no empeora. A veces son necesarias transfusiones de sangre. Si la hemorragia empeora o no se detiene con bastante rapidez, a menudo el médico trata primero de sellar sin cirugía los vasos que están sangrando. Para ello se introduce un catéter delgado de plástico a través de los vasos sanguíneos de la ingle que se desliza hasta alcanzar el hígado. A continuación se inyectan sustancias para sellar los vasos. Si este procedimiento no detiene la hemorragia, por lo general es necesario el tratamiento quirúrgico. Además, si la hemorragia era severa desde el principio, suele realizarse la cirugía lo antes posible, ya que en estos casos raramente es eficaz el sellado de los vasos de forma no quirúrgica.