Las conductas del sueño dependen de la cultura, y los problemas tienden a ser definidos como patrones que se alejan de las costumbres o normas aceptadas. En culturas en las que los niños duermen separados de sus padres en la misma casa, los problemas de sueño son uno de los más frecuentes que enfrentan padres e hijos.
La posición supina del sueño se recomienda para cada período de sueño para todos los lactantes para reducir el riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). Las posiciones en decúbito prono o lateral para dormir colocan a los lactantes en alto riesgo de muerte súbita, sobre todo para aquellos a los que se los colocó de costado y se los encontró sobre su estómago. Véase también Prevención del SMSL.
El colecho es cuando el padre y el niño duermen muy próximos (en la misma superficie o superficies diferentes) con el fin de poder verse, oírse o tocarse uno al otro. Las disposiciones para el colecho pueden incluir
Compartir la cama (el bebé duerme en la misma superficie que el padre)
Compartir la habitación (el lactante duerme en la misma habitación que los padres en estrecha proximidad)
Compartir la cama entre padres e hijo es común pero controvertido. A menudo hay razones culturales y personales de por qué los padres eligen compartir la cama, que incluyen la conveniencia para la alimentación, la vinculación, la creencia de que su propia vigilancia es la única manera de mantener a su hijo seguro, y creer que compartir la cama les permite mantener la vigilancia, incluso mientras duermen. Sin embargo, compartir la cama se ha asociado con un mayor riesgo de muerte súbita, así como lesiones o muerte del lactante como consecuencia de asfixia, estrangulamiento y atrapamiento.
Compartir la habitación sin compartir la cama permite una proximidad estrecha con el lactante y facilita la alimentación, es reconfortante y permite la monitorización; es más seguro que compartir la cama o dormir en solitario (el bebé duerme en una habitación separada); y se asocia con un menor riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante. Por estas razones, compartir la habitación sin compartir la cama es el arreglo para dormir recomendado para los padres y los niños en los primeros meses de vida.
Por lo general, los lactantes se adaptan a la conducta de sueño día-noche entre los 4 y 6 meses de edad. Los problemas de sueño más allá de estas edades adoptan muchas formas, como dificultad para conciliar el sueño por la hoche, despertarse con frecuencia durante la noche y depender de la alimentación o de ser acunado antes de poder dormirse. Estos problemas están relacionados con expectativas parentales, el temperamento y los ritmos biológicos del niño y las interacciones entre los padres y el hijo.
Los factores que influyen en los patrones de sueño varían según la edad. En los lactantes, los patrones biológicos congénitos son centrales. A los 9 meses y nuevamente alrededor de los 18 meses, los trastornos del sueño se vuelven frecuentes porque:
Aparece la ansiedad por la separación.
Los niños pueden moverse en forma independiente y controlar su ambiente.
Pueden dormir siestas prolongadas en las últimas horas de la tarde.
Pueden ser sobrestimulados mientras juegan antes de acostarse.
Las pesadillas tienden a volverse más frecuentes.
Los despertares parciales del sueño son comunes en todos los grupos etarios. Los lactantes que siempre se sostienen y se mecen o se pasean en un automóvil para ayudarlos a conciliar el sueño no aprenderán a dormirse solos en su entorno de sueño típico y pueden desarrollar problemas de despertares nocturnos frecuentes. Estos problemas se pueden evitar si los lactantes se colocan siempre en su cuna o su moisés cuando están somnolientos pero aún despiertos y se les permite quedarse dormidos solos. En deambuladores y niños mayores, los factores emocionales y los hábitos establecidos se tornan más importantes. Los eventos estresantes (p. ej., mudanza, enfermedad) pueden causar problemas de sueño agudos en niños mayores.
Evaluación
Anamnesis
La anamnesis se enfoca en el ambiente que rodea al niño al dormir, la regularidad de la hora de acostarse, las rutinas al acostarse y las expectativas de los padres. Puede ser útil una descripción detallada del día promedio del niño. La anamnesis debe buscar factores de estrés en la vida del niño, como dificultades en la guardería o la escuela, así como exposición a programas de televisión inadecuados y bebidas cafeinadas (p. ej., gaseosas). Los informes sobre horarios irregulares para acostarse, un ambiente ruidoso o caótico, o intentos frecuentes del niño para manipular a los padres mediante las conductas del sueño sugieren la necesidad de modificaciones del estilo de vida. La frustración parental extrema sugiere tensión dentro de la familia o padres que tienen dificultad para mantenerse firmes y consistentes.
Un diario del sueño compilado durante varias noches puede ayudar a identificar patrones de sueño inusuales y trastornos del sueño (p. ej., sonambulismo, terrores nocturnos).
El interrogatorio cuidadoso de niños mayores y adolescentes acerca de la escuela, amigos, ansiedades, síntomas depresivos y estado psicológico general suele revelar el origen del trastorno del sueño.
Examen físico y estudios complementarios
Por lo general, el examen físico y los estudios diagnósticos aportan escasa información útil.
Tratamiento
Opciones para padres
Medidas para ayudar a los niños a dormirse por su cuenta
La función del médico en el tratamiento es dar explicaciones y presentar opciones a los padres, que deben implementar cambios para que el niño adopte un patrón de sueño aceptable. Los abordajes varían con la edad y las circunstancias. A menudo, los lactantes se calman si se los envuelve, con ruido ambiente suave y se los mece. Sin embargo, acunar siempre a los lactantes para dormir no les permite aprender cómo conciliar el sueño por sí mismos, que es una tarea importante de desarrollo. Como alternativa a acunarlo, el padre puede sentarse tranquilamente al lado de la cuna hasta que el lactante se duerma; finalmente, el bebé aprende a tranquilizarse y dormirse sin ser acunado.
Todos los niños se despiertan durante la noche, pero aquellos que han aprendido a conciliar el sueño solos vuelven a dormirse. Cuando los niños no pueden volver a dormirse, los padres pueden pasar a controlarlos para corroborar que estén seguros y tranquilizarlos, pero después debe permitirse que vuelvan a dormirse por sí solos.
En los niños mayores, un período de relajación con actividades tranquilas, como leer a la hora de acostarse, favorece el sueño. Es importante un horario regular para acostarse, y un ritual fijo es útil en niños pequeños. Pedirles a los niños que ya hablan que cuenten lo que ha sucedido durante el día a menudo elimina las pesadillas y los despertares. Alentarlos a practicar ejercicio durante el día, evitar los programas de televisión y las películas de terror, y negarse a permitir que la hora de acostarse se convierta en un elemento de manipulación también puede ayudar a prevenir problemas de sueño.
Si la causa son eventos estresantes, transmitir tranquilidad y aliento siempre resulta eficaz. En estos casos, permitir que los niños duerman en la cama de sus padres casi siempre prolonga el problema en lugar de resolverlo.