La rodilla por dentro
El diseño de la rodilla le permite protegerse a sí misma. Está completamente rodeada de una cápsula articular lo bastante elástica para permitir el movimiento aunque lo bastante fuerte para mantener las articulaciones íntegras. La cápsula está tapizada por tejido sinovial, que secreta líquido sinovial para lubricar la articulación. Un cartílago resistente cubre los extremos del fémur y de la tibia ayudando a reducir la fricción durante el movimiento. Unas almohadillas de cartílago (meniscos) actúan como amortiguadores entre ambos huesos y ayudan a distribuir el peso corporal en la articulación. Unos sacos llenos de líquido (bolsas sinoviales) proporcionan amortiguación entre estructuras como la tibia y el tendón insertado en la rótula (tendón rotuliano). Los cinco ligamentos dispuestos a lo largo de los laterales y en la parte posterior de la rodilla refuerzan la cápsula articular, añadiendo estabilidad. La rótula (patela) protege la parte frontal de la articulación.