Las causas de la oclusión de la arteria hepática son trombosis (p. ej., secundaria a trastornos de hipercoagulabilidad, arteriosclerosis grave o vasculitis), embolias (p. ej., debido a endocarditis, tumores, embolia terapéutica o quimioembolia), causas iatrogénicas (como una ligadura durante una cirugía), vasculitis (por mecanismos no trombóticos), trastornos arteriales estructurales (p. ej., aneurisma de la arteria hepática), eclampsia, consumo de cocaína y crisis drepanocítica. (Véase también Generalidades sobre los trastornos vasculares del hígado).
En general, el resultado es un infarto hepático. En los pacientes con trasplante de hígado o trombosis de la vena porta preexistente, la trombosis de la arteria hepática ocasiona una hepatitis isquémica. Como resultado de la irrigación sanguínea doble del hígado, éste es bastante resistente a la hepatitis isquémica y al infarto.
Síntomas y signos de oclusión de la arteria hepática
La oclusión de la arteria hepática no produce síntomas a menos que exista infarto hepático o hepatitis isquémica. El infarto hepático podría ser asintomático o provocar dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen, fiebre, náuseas, vómitos e ictericia. La leucocitosis y el aumento de la concentración de aminotransferasa son habituales.
Diagnóstico de la oclusión de la arteria hepática
Estudios de diagnóstico por imágenes vasculares
El diagnóstico de la oclusión de la arteria hepática se confirma con estudios de diagnóstico por imágenes con ecografía Doppler, en general seguida de angiografía. La elección entre la angiotomografía, la angiografía por resonancia magnética y la arteriografía celíaca depende sobre todo de la disponibilidad del estudio y la de experiencia. La tomografía computarizada (TC) podría detectar un área cuneiforme con baja atenuación.
Tratamiento de la oclusión de la arteria hepática
Dirigido a la causa
El tratamiento está destinado a la causa.