Consentimiento informado

PorThaddeus Mason Pope, JD, PhD, Mitchell Hamline School of Law
Revisado/Modificado oct 2023
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    Las personas tienen derecho a recibir información sobre posibles daños, beneficios y tratamientos alternativos al tomar decisiones sobre la atención médica, y tienen la libertad de aceptar o rechazar la atención. Antes de practicar una prueba invasiva o de administrar un determinado tratamiento, el médico debe obtener de la persona competente una autorización informada y voluntaria. Este procedimiento se denomina consentimiento informado. (Véase también Introducción a los aspectos éticos y legales en la atención sanitaria.)

    El procedimiento de consentimiento informado debe ser comentado entre la persona y su médico. Debería alentarse a las personas afectadas a preguntar acerca de su enfermedad y de las posibilidades de tratamiento, y el personal médico debería dar a conocer los hechos y sus opiniones, así como proporcionar apoyo y consejo. Los médicos deben presentar la información de modo que resulte comprensible para el paciente y que transmita con claridad los daños y los beneficios. La ley federal de los Estado Unidos exige que los médicos consigan los medios necesarios para asegurar la comunicación con las personas que no hablan su idioma o en los casos en que existan otras dificultades o barreras que impidan la comunicación.

    Cada vez más, los profesionales de la salud utilizan ayudas a la decisión del paciente (PDA, por las siglas en inglés de Patient Decision Aids) para ayudar a comunicar la información médica. Las PDA incluyen literatura educativa con gráficos, fotografías y diagramas; organigramas sobre decisiones; videos; programas interactivos basados en sitios web, como programas que formulan preguntas y proporcionan respuestas y comentarios. Las PDA podrían incluso incluir asesoramiento personal estructurado. Las personas que usan PDA pueden sentirse menos indecisas acerca de las decisiones médicas.

    El consentimiento es realmente informado cuando el paciente comprende lo siguiente

    • Su estado médico actual, que incluye su evolución probable si no se realiza ningún tratamiento

    • Los tratamientos que pueden ser útiles, incluida la descripción y la explicación de los daños y beneficios potenciales, además de las cargas

    • De modo general, la opinión del profesional de la salud sobre cuál es el tratamiento más recomendable

    • Incertidumbres asociadas con cada uno de estos elementos

    Por regla general, cuando se trata de un tratamiento importante suele pedirse a la persona que firme un documento en que se resume la información proporcionada.

    Si el paciente es incapaz de dar su consentimiento informado (incapacitado), el médico recurre a la persona (agente) nombrada en un poder legal para asuntos médicos. Si dicha persona no está disponible, el médico recurre a otra persona autorizada que pueda sustituir a la primera en la toma de decisiones. Si se necesita atención de emergencia y no está disponible de inmediato ninguna persona autorizada para la toma de decisiones, se aplica la doctrina de presunción del consentimiento. Se supone que las personas dan su consentimiento para cualquier tratamiento de emergencia necesario a menos que hayan rechazado específicamente dicho tratamiento.

    Renuncia al tratamiento

    Las personas que tienen capacidad legal y clínica tienen derecho a rechazar cualquier atención médica. Pueden rechazar esta atención aunque se trate de algo que casi todo el mundo aceptaría o algo que muy probablemente podría salvarle la vida. Por ejemplo, una persona que sufre un infarto de miocardio puede decidir abandonar el hospital aún cuando tal decisión pueda provocar su muerte. Incluso si otras personas creen que su decisión es errónea o irreflexiva, su decisión de rechazar el tratamiento médico no puede usarse en sí mismo como prueba de que esa persona está incapacitada. En muchos casos, la renuncia al tratamiento está motivada por el miedo, una deficiente comprensión o falta de confianza. Pero también la renuncia al tratamiento puede ser producto de un estado depresivo o de confusión mental, o de algún otro trastorno médico que pueda alterar la capacidad de la persona para tomar decisiones acerca de su salud.

    La renuncia al tratamiento debe instar al médico a investigar el motivo por el cual el paciente lo rechaza, e intentar solventar las dudas o temores que puedan presentarse con respecto a la aceptación del tratamiento. Por ejemplo, a los pacientes que renuncian al tratamiento porque no pueden afrontarlo económicamente se les puede informar de las ayudas públicas disponibles, o se les puede proponer un sistema de pago personalizado. La renuncia capacitada al tratamiento por parte de un paciente no se considera un intento de suicidio, ni tampoco la conformidad del médico con dicha renuncia se considera una ayuda médica para morir (anteriormente llamada suicidio asistido por un médico). Antes bien, cualquier muerte derivada de tal decisión se considera legalmente el desenlace natural del proceso de la enfermedad.

    En algunos casos, la renuncia al tratamiento por parte de un paciente puede suponer un perjuicio para otras personas. Por ejemplo, los pacientes que rechazan el tratamiento de determinadas enfermedades infecciosas, como la tuberculosis, ponen en riesgo de infección a las personas de su entorno. Igualmente, quienes rechazan el tratamiento para otras personas, como un menor de edad o un adulto dependiente, ponen en grave riesgo la salud de esas personas. En estos casos, los médicos suelen realizar consultas legales y judiciales, o consultas con personas expertas en cuestiones éticas.

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