Preocupaciones relacionadas con la vacunación infantil

PorMichael J. Smith, MD, MSCE, Duke University School of Medicine
Revisado/Modificado ago 2023
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A pesar de los fuertes sistemas de seguridad que cumplen las vacunas existentes en Estados Unidos, algunos padres siguen preocupados por el uso y el calendario de vacunas en niños. Esta preocupación puede llevar a algunos padres a vacilar a la hora de tomar una decisión sobre la vacuna. La vacilación ante la vacunación se produce cuando los padres retrasan o no permiten que sus hijos reciban algunas o todas las vacunas recomendadas a pesar de la disponibilidad de servicios de vacunación. Las enfermedades que se pueden prevenir con vacunas son mucho más probables entre los niños cuyos padres se han negado a la administración de una o más vacunas.

Los niños estadounidenses que no reciben vacunación rutinaria siguen enfermando y a veces mueren a causa de enfermedades prevenibles mediante la vacunación. Por ejemplo, antes de que se hubiera desarrollado una vacuna, Haemophilus influenzae tipo b (Hib) era la principal causa de meningitis bacteriana en niños (que puede causar daño cerebral o sordera). La infección por Hib, que antes de la vacuna se producía en unos 20 000 niños cada año, ahora es poco frecuente en Estados Unidos. Entre 2009 y 2018 solo hubo 36 casos graves en niños menores de 5 años y 26 de estos casos fueron niños no vacunados o que no estaban completamente vacunados (véase Centers for Disease Control and Prevention (CDC): Epidemiology and Prevention of Vaccine-Preventable Diseases).

Vacunas COVID-19

La pandemia del COVID-19 ha vuelto a poner en primer plano la vacilación ante la vacunación. La primera vacuna contra el COVID-19 recibió la Autorización de Uso de Emergencia (EUA por sus siglas en inglés) por parte de la FDA (Agencia Federal para Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) en diciembre de 2020. Desde entonces, cientos de millones de estadounidenses han recibido al menos una dosis de la vacuna contra el COVID-19. Sin embargo, muchas personas permanecen sin vacunar. Al igual que sucede en otras enfermedades prevenibles por vacunación, las hospitalizaciones y las muertes por COVID-19 son mucho más frecuentes entre las personas no vacunadas. Además, los efectos adversos graves asociados a la vacunación contra el COVID-19 son extremadamente poco frecuentes (menos de 10 casos por millón de vacunas).

Algunos padres creen que la infección por COVID-19 no es peligrosa para los niños, pero no es así. Aunque la infección por COVID-19 suele ser más leve en niños que en adultos, puede causar problemas graves y muerte. A partir de mayo de 2023, se informó que, desde el inicio de la pandemia, más de 15 millones de niños en Estados Unidos habían dado positivo por COVID-19, lo que provocó 1839 muertes. Además, el COVID-19 puede provocar un síndrome inflamatorio multisistémico en niños (MIS-C), una afección poco frecuente pero grave diagnosticada en casi 10 000 niños que causó 79 muertes al 31 de mayo de 2023. Al igual que sucede entre los adultos, la hospitalización es más frecuente en adolescentes no vacunados que en adolescentes vacunados. Además, los niños pueden desarrollar problemas de larga duración (COVID persistente) incluso si la infección por COVID-19 fue leve o asintomática. Las investigaciones sugieren que las personas que contraen una infección por COVID-19 después de la vacunación son menos propensas a desarrollar COVID persistente, en comparación con las personas que no están vacunadas (véase CDC: Long COVID or Post-COVID Conditions).

Vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR, por sus siglas en inglés) y la preocupación por el autismo

En la década de 1990, la prensa pública informó sobre la preocupación de que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola pudiera causar autismo. Esta preocupación se basa en un breve informe médico fraudulento escrito en 1998 sobre 12 niños. Sus padres informaron de que ocho de los niños habían recibido la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola dentro del mes anterior al desarrollo de los síntomas. Dado que esta cadena de acontecimientos también podría haber ocurrido por casualidad, los médicos ya han hecho muchos estudios para buscar una conexión entre la vacuna y el autismo. No se ha encontrado dicha conexión en ninguno de los muchos estudios realizados.

En el más exhaustivo de estos estudios se examinaron 537 303 niños daneses nacidos entre 1991 y 1998. La mayoría (82%) de estos niños habían recibido la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola. Los médicos encontraron que

  • Los niños que habían sido vacunados no eran más propensos a desarrollar autismo que los que no fueron vacunados.

El autismo o un trastorno relacionado ocurrió en 608 de 440 655 (0,138%) niños que fueron vacunados y en 130 de 96 648 (0,135%) de los que no fueron vacunados. El porcentaje de niños que se volvieron autistas es casi idéntico en el grupo que fue vacunado y en el grupo que no fue vacunado. Un estudio de seguimiento de todos los niños nacidos en Dinamarca entre 1999 y 2010, con un total de 657 461 niños, concluyó que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola no causa autismo en general ni aumenta su riesgo en niños que corren un alto riesgo de autismo debido a su historia familiar.

Otros estudios similares de todo el mundo han llegado a conclusiones semejantes. Además, se ha encontrado que la investigación realizada en el estudio original, ampliamente publicado, que vincula el autismo y la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola tiene importantes fallos científicos y ha sido desacreditada por las comunidades médicas y científicas.

A pesar de la abrumadora evidencia que corrobora la inocuidad de las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubéola, muchos padres desafortunadamente no están convencidos. Como resultado, en Estados Unidos se experimentó en 2019 el mayor brote de sarampión desde 1992. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), la mayoría de las personas infectadas no fueron vacunadas (véase CDC: Casos y brotes de sarampión).

Timerosal: preocupación sobre el autismo

La gente también se ha preocupado por los posibles efectos adversos del timerosal. El timerosal se utilizaba anteriormente como conservante en viales que contienen más de una dosis de una vacuna (viales multidosis). Los conservantes no son necesarios en viales que contienen una sola dosis (viales de dosis única), y no pueden ser utilizados en vacunas de virus vivos (tales como la rubéola y la varicela). El timerosal, que contiene mercurio, es degradado por el cuerpo en etilmercurio, que se elimina rápidamente del organismo. Como el metilmercurio (un compuesto diferente que no se elimina del cuerpo tan rápido) es tóxico para los seres humanos, existía la preocupación de que las cantidades, muy pequeñas, de timerosal utilizadas en las vacunas pudieran causar problemas neurológicos en los niños, en particular el autismo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha recomendado la eliminación del timerosal de cualquier vacuna porque no hay pruebas de que el uso sistemático cause algún daño. Sin embargo, debido a preocupaciones teóricas y aunque no hay estudios que hayan evidenciado daño, en el año 2001, el timerosal fue retirado de las vacunas infantiles de rutina en Estados Unidos, Europa y otros países. En estos países, se siguen usando pequeñas cantidades de timerosal en ciertas vacunas contra la gripe, así como en varias vacunas destinadas a adultos. Se recomienda la vacuna anual contra la gripe para todos los niños, y los padres que están preocupados por el timerosal pueden solicitar una vacuna contra la gripe que no contenga timerosal. (Véase también CDC: Preguntas frecuentes sobre el timerosal).

La eliminación del timerosal en las vacunas infantiles de rutina no ha tenido ningún efecto sobre el número de niños que han desarrollado autismo.

Uso de varias vacunas al mismo tiempo

De acuerdo con el calendario recomendado por el CDC, los niños deben recibir varias dosis de vacunas contra 10 o más infecciones diferentes a la edad de 6 años. Para minimizar el número de inyecciones y visitas, los médicos administran varias vacunas en combinación, como la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tosferina y otros.

Sin embargo, algunos padres se preocupan por la posibilidad de que el sistema inmunitario de los niños no pueda manejar tantos antígenos administrados a la vez. Los antígenos son sustancias en las vacunas que se derivan de la bacteria o virus y que provocan que el sistema inmunitario produzca anticuerpos para combatir la enfermedad. A veces los padres preocupados solicitan un calendario de vacunas diferente o retrasar o excluir ciertas vacunas. Sin embargo, el calendario recomendado está diseñado para administrar las diversas vacunas a las edades en las que los niños comienzan a necesitar protección frente a las enfermedades. Por lo tanto, no seguir el calendario pone a los niños en mayor riesgo de infección. Además, debido a que las vacunas actuales contienen menos antígenos en general (porque los antígenos clave se han identificado y purificado mejor), hoy en día los niños están expuestos a menos antígenos de vacunas de lo que lo estuvieron durante la mayor parte del siglo XX.

Además, las vacunas, incluso las vacunas de combinación, contienen muy pocos antígenos en comparación con lo que las personas encuentran en la vida diaria. Comenzando en el nacimiento, los niños se encuentran ante decenas y posiblemente cientos de antígenos durante un solo día corriente. Su sistema inmunitario se encarga de estos antígenos sin dificultad. Incluso con un leve resfriado un niño queda expuesto a un número de antígenos del virus que puede ir de 4 a 10. El sistema inmunitario de un niño no resulta estresado o abrumado por las vacunas de combinación. (Véase también CDC: Multiple Vaccines at Once.)

Efectos del rechazo a la vacuna en la salud pública

El retraso o la exclusión de las vacunas afecta a la salud pública. Cuando hay menos personas vacunadas, el porcentaje de la población que es inmune a la enfermedad disminuye. Entonces, la enfermedad se vuelve más frecuente, sobre todo entre las personas que corren un mayor riesgo de contraer una enfermedad.

Pueden tener un riesgo aumentado debido a que

  • Fueron vacunadas, pero no desarrollaron inmunidad.

  • Fueron vacunadas, pero su inmunidad ha disminuido con el tiempo, como puede ocurrir con la edad.

  • Su sistema inmunitario está afectado por un trastorno o un fármaco (como los fármacos utilizados para tratar o prevenir el cáncer o el rechazo de un trasplante) y no se les pueden administrar vacunas de virus vivos, como la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola o la vacuna contra la varicela.

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