La hepatitis B crónica es la inflamación del hígado causada por el virus de la hepatitis B y que ha durado más de 6 meses.
La mayoría de las personas con hepatitis B crónica no presentan síntomas, pero algunas tienen malestar general, cansancio y pérdida de apetito.
Los médicos diagnostican la hepatitis B basándose en análisis de sangre y en ocasiones hacen una biopsia del hígado para determinar la extensión del daño hepático.
No todos los pacientes con hepatitis B crónica necesitan tratamiento, pero si la hepatitis B crónica está dañando el hígado (causando inflamación o cicatrización), se inicia un tratamiento con un medicamento antivírico.
El tratamiento con medicamentos antivíricos puede ayudar a eliminar el virus, prevenir una mayor inflamación y cicatrización en el hígado y permitir que se curen las áreas ya dañadas. Sin embargo, no existe cura.
El hecho de sufrir hepatitis B crónica aumenta el riesgo de cáncer de hígado.
(Véase también Introducción a la hepatitis, Introducción a la hepatitis crónica y Hepatitis B, aguda.)
Se estima que entre 862 000 personas en Estados Unidos y cerca de 257 millones de personas en todo el mundo sufren hepatitis B crónica.
En general, alrededor del 5% al 10% de las personas con hepatitis B aguda desarrollan hepatitis B crónica. Cuanto más joven es la persona cuando se produce la hepatitis B aguda, mayor es el riesgo de desarrollar hepatitis B crónica:
Lactantes: 90%
Niños de 1 a 5 años: 25 a 50%
Adultos: alrededor del 5%
Si la concentración del virus de la hepatitis B (carga vírica) es elevada en mujeres embarazadas, a menudo se les administran medicamentos antivíricos durante el último trimestre del embarazo para evitar la transmisión del virus de madre a hijo.
La hepatitis B aguda se vuelve crónica en aproximadamente el 40% de las personas que están siendo tratadas con hemodiálisis y hasta en el 20% de las personas con un sistema inmunitario debilitado.
La hepatitis B crónica tiende a empeorar, a veces rápidamente, pero en ocasiones a lo largo de décadas, dando lugar a una cirrosis. La hepatitis B crónica también aumenta el riesgo de cáncer de hígado. Alrededor del 20% de las personas con hepatitis B crónica desarrollan cirrosis o cáncer de hígado y pueden morir prematuramente.
Algunas personas con hepatitis B crónica también tienen hepatitis D crónica. Sin tratamiento, la combinación causa cirrosis en el 70% de las personas afectadas como máximo.
Síntomas de la hepatitis B crónica
Los síntomas de la hepatitis B crónica varían según la gravedad del daño hepático.
Muchas personas con hepatitis B crónica, en especial los niños, no presentan síntomas. Las personas que presentan síntomas por lo general se sienten enfermas y cansadas y pierden el apetito. Algunas personas presentan febrícula y malestar en la parte superior del abdomen.
A menudo, los primeros síntomas específicos se producen cuando la enfermedad hepática ha evolucionado y hay evidencia de cirrosis. Los síntomas pueden incluir
Agrandamiento del bazo
Capilares en forma de araña visibles en la piel (llamados arañas vasculares)
Enrojecimiento de las palmas de las manos
Acumulación de líquido dentro del abdomen (ascitis)
Tendencia a sangrar (coagulopatía)
Sangrado en el tubo digestivo debido a varices esofágicas
Ictericia (erupción y coloración amarillenta de la piel y de la esclerótica de los ojos)
Deterioro de la funcionalidad cerebral debido a una disfunción hepática (encefalopatía hepática)
Las función mental se deteriora porque las sustancias tóxicas se acumulan en la sangre y llegan al cerebro. En condiciones normales, el hígado las elimina de la sangre, las descompone y posteriormente las excreta a la bilis o a la sangre como subproductos inocuos. El hígado gravemente dañado es menos capaz de eliminarlas.
La persona afectada tiene tendencia a sangrar porque el hígado dañado ya no puede sintetizar la cantidad suficiente de proteínas que intervienen en la coagulación de la sangre.
Diagnóstico de hepatitis B crónica
Análisis de sangre
Los médicos pueden sospechar hepatitis B crónica cuando
La persona presenta los síntomas característicos.
Los análisis de sangre (realizados por otros motivos) detectan enzimas hepáticas anormalmente elevadas.
La persona ha recibido un diagnóstico previo de hepatitis B aguda.
Las pruebas de la hepatitis crónica suelen comenzar con análisis de sangre para evaluar el funcionamiento del hígado y determinar si está dañado (pruebas hepáticas). Las pruebas hepáticas comportan la medida de las concentraciones de enzimas hepáticas y de otras sustancias producidas por el hígado. Estas pruebas pueden ayudar a determinar la gravedad del daño hepático.
Si las pruebas sugieren hepatitis, los médicos solicitan otros análisis de sangre para detectar los virus de la hepatitis B y C. Ambos pueden causar hepatitis crónica. Estos análisis de sangre pueden identificar partes de virus específicos (antígenos), anticuerpos específicos producidos por el cuerpo para combatir el virus y, a veces, material genético (ARN o ADN) del virus. Si los médicos tienen fuertes sospechas únicamente de hepatitis B, pueden solicitar análisis de sangre solo para ese virus.
Los médicos solicitan análisis de sangre para medir la carga viral, que es la cantidad de material genético (ADN) del virus de la hepatitis B que está presente.
Si se confirma la hepatitis B crónica, los médicos también a menudo verifican la existencia de anticuerpos contra la hepatitis D que, también pueder se presente y contra la infección por VIH y hepatitis C, porque estas infecciones se transmiten a menudo de la misma manera (a través del contacto con líquidos corporales, como sangre o semen).
En algunos casos se solicita una biopsia hepática u otras pruebas para determinar la gravedad del daño hepático.
Cribado del cáncer de hígado
Si la persona tiene hepatitis B crónica, se realiza una prueba de detección del cáncer de hígado:
Ecografía cada 6 meses
A veces, análisis de sangre para medir el nivel de alfa-fetoproteína
El nivel de alfa-fetoproteína, una proteína producida normalmente por las células hepáticas inmaduras en los fetos, por lo general aumenta cuando hay cáncer de hígado.
Tratamiento de la hepatitis B crónica
Medicamentos antivíricos
En algunas ocasiones, trasplante de hígado
Los medicamentos antivíricos se emplean cuando la persona afectada presenta una de las características siguientes o una combinación de las mismas:
Niveles anormalmente elevados de enzimas hepáticas
Una carga viral (la cantidad de ADN del virus de la hepatitis B en la sangre) elevada
Síntomas de empeoramiento de la enfermedad
Resultados de la biopsia que indican que el daño hepático continúa
El tratamiento de la hepatitis B con medicamentos antivíricos puede prevenir un mayor daño al hígado y permitir que se curen las áreas ya dañadas. La mayoría de las personas que reciben tratamiento para la hepatitis B crónica deben recibirlo de forma indefinida. Sin embargo, estos medicamentos no pueden curar la enfermedad.
Detener el tratamiento de forma prematura puede provocar una recaída, que puede ser grave. Sin embargo, si los análisis de sangre ya no detectan ninguna infección activa por el virus de la hepatitis B, el tratamiento puede interrumpirse.
Se utiliza en primer lugar uno de los fármacos antivíricos siguientes:
Entecavir
Tenofovir
Interferón alfa pegilado
Estos fármacos se administran por vía oral, son muy eficaces y tienen pocos efectos secundarios. Algunas personas pueden dejar de tomar estos medicamentos, aun así, muchas tienen que tomarlos de forma indefinida.
Otros de los fármacos que se emplean algunas veces son adefovir, lamivudina y telbivudina. Sin embargo, estos medicamentos ya no se usan como primera elección porque presentan un riesgo mayor de efectos secundarios y pueden perder su efectividad (lo que se denomina resistencia a los fármacos).
Si la funcionalidad hepática está gravemente alterada, se debe considerar un trasplante de hígado. Es más probable que el hígado trasplantado sobreviva y es menos probable que se repita la hepatitis B si
Las personas con hepatitis B crónica han estado tomando medicamentos antivíricos durante mucho tiempo.
Se tratan con inmunoglobulina contra la hepatitis antes y, con frecuencia, después del trasplante.
La inmunoglobulina contra la hepatitis B se obtiene de la sangre de personas con concentraciones elevadas de anticuerpos contra la hepatitis B. Se administra mediante inyección en un músculo o en una vena. Ayuda al organismo a combatir la infección.
Más información
El siguiente recurso en inglés puede ser útil. Tenga en cuenta que el MANUAL no se hace responsable del contenido de este recurso.
Centers for Disease Control and Prevention: Hepatitis B: este sitio web proporciona enlaces a una visión general de la hepatitis B (incluyendo definiciones, estadísticas, transmisión y detección sistemática) e información sobre la vacuna contra la hepatitis B, los síntomas, el diagnóstico y el tratamiento, así como enlaces a información para profesionales de la salud. Consultado el 10 de mayo de 2024.