El propósito del examen neurológico es establecer si el cerebro, los sentidos especiales, la médula espinal, los nervios periféricos y los receptores musculares y cutáneos del paciente están funcionando normalmente. Mientras se realiza el examen, los médicos deben relacionar los hallazgos con las estructuras anatómicas del sistema nervioso. Con esta información, el diagnóstico diferencial del trastorno que causa los síntomas del paciente puede ser más específico. Los exámenes neurológicos repetidos pueden ayudar a evaluar la evolución de la enfermedad del paciente y/o la respuesta al tratamiento.
El examen neurológico comienza en cuanto el médico atiende al paciente y continúa durante la anamnesis. La observación casual de la postura y la marcha del paciente, el uso espontáneo de los miembros y los músculos faciales y la manera en que el paciente responde a las preguntas complementan la información obtenida del examen neurológico formal. La conducta del paciente, su postura, el contacto visual, la vestimenta y sus respuestas ofrecen información importante sobre su estado de ánimo y su adaptación social. El habla anormal o inusual, la dificultad para comprender, la falta de coordinación al realizar acciones complejas, las posturas anormales o los movimientos espontáneos y la negligencia espacial pueden ser evidentes antes de la evaluación formal.
Debe realizarse un examen neurológico completo, a menos que el examinador sea experto. Los examinadores expertos pueden excluir ciertos componentes del examen sobre la base de su comprensión de la neuroanatomía y la fisiopatología relevantes del problema.
El examen neurológico completo incluye los siguientes elementos:
Aunque un examen neurológico detallado puede llevar un tiempo considerable, los fundamentos se pueden completar en aproximadamente 4 minutos y se pueden detectar déficits en cualquiera de los componentes principales. Los hallazgos anormales desencadenan un examen más detallado de ese componente.