Introducción al dolor

PorJames C. Watson, MD, Mayo Clinic College of Medicine and Science
Revisado/Modificado jun 2022 | Modificado sept 2022
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Datos clave

El dolor es una sensación desagradable que indica un daño real o posible.

El dolor es la razón más frecuente por la que se solicita atención médica.

El dolor puede ser agudo o leve, intermitente o constante, pulsátil o estable. A veces el dolor es muy difícil de describir. El dolor se puede sentir en un solo lugar o en un área grande. La intensidad del dolor puede variar de leve a intolerable.

La tolerancia al dolor difiere considerablemente en cada persona. Una determinada persona tiene dificultades para tolerar el dolor debido a un pequeño corte o un hematoma y, sin embargo, otra persona puede tolerar el dolor causado por un accidente grave o una herida por arma blanca. La capacidad para soportar el dolor varía según el estado de ánimo, la personalidad y las circunstancias de cada uno. Un deportista puede no notar una lesión grave producida durante la competición, pero sí sentirá el dolor después del partido, sobre todo si han derrotado a su equipo.

Edad y salud: dolor

Las afecciones que causan dolor son frecuentes entre las personas mayores. Sin embargo, con la edad, las personas se quejan menos del dolor. La razón puede ser una disminución en la sensibilidad del cuerpo al dolor o una actitud más estoica hacia el dolor. Algunas personas mayores piensan equivocadamente que el dolor es una parte inevitable del envejecimiento, y en consecuencia lo minimizan o no lo notifican.

La causa más común de dolor es un trastorno musculoesquelético. Sin embargo, muchas personas mayores tienen dolor crónico, que puede tener muchas causas.

Los efectos del dolor pueden ser más graves para las personas mayores:

  • El dolor crónico puede hacerlos menos hábiles y más dependientes de otras personas.

  • Pueden perder sueño y por ello agotarse.

  • Pueden perder apetito, y por ello presentar desnutrición.

  • El dolor puede impedir que las personas interaccionen con otras y salgan al exterior. Como resultado, pueden aislarse y deprimirse.

  • El dolor puede hacer que las personas sean menos activas. La falta de actividad puede dar lugar a la pérdida de fuerza y flexibilidad muscular, haciendo que la actividad sea más dificultosa y que el riesgo de caídas aumente.

Analgésicos para personas mayores

Al ingerir analgésicos, las personas mayores son más propensas que las jóvenes a tener efectos adversos, algunos de los cuales pueden ser graves. Los analgésicos pueden permanecer en el cuerpo más tiempo y las personas mayores pueden ser más sensibles a los mismos. Muchas personas mayores toman varios medicamentos, aumentando las posibilidades de que un fármaco interaccione con el analgésico. Estas interacciones pueden reducir la eficacia de uno de estos fármacos o aumentar el riesgo de efectos adversos.

Las personas mayores son más propensas a sufrir problemas de salud que aumentan el riesgo de efectos adversos de los analgésicos.

La administración de antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como ibuprofeno o naproxeno, puede tener efectos adversos. El riesgo de varios de los efectos adversos es mayor en las personas de edad avanzada, especialmente si sufren otros trastornos o están tomando AINE en dosis elevadas. Por ejemplo, las personas de edad avanzada son más propensas a sufrir un trastorno cardíaco o vascular (trastorno cardiovascular) o a presentar factores de riesgo para trastornos cardiovasculares. Para las personas con estos trastornos o factores de riesgo, tomar AINE aumenta el riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular y de desarrollar coágulos de sangre en las piernas o insuficiencia cardíaca.

Los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) pueden dañar los riñones. Este riesgo es más elevado para las personas mayores porque los riñones tienden a no funcionar tan bien a medida que se envejece. Este riesgo de daño renal también es mayor en personas con trastorno renal, insuficiencia cardíaca o trastorno hepático, que son más frecuentes entre las personas mayores.

Las personas mayores son más propensas a desarrollar úlceras o hemorragia digestiva cuando toman AINE. Los médicos pueden prescribir un medicamento que ayuda a proteger el aparato digestivo de estos daños. Estos medicamentos son los inhibidores de la bomba de protones (como omeprazol) y misoprostol.

Las personas mayores que toman AINE deben informar de ello a su médico, quien luego los valora periódicamente en búsqueda de efectos adversos. Los médicos también recomiendan lo siguiente para las personas mayores, si es posible:

  • Tomar dosis bajas de AINE

  • Tomarlas durante un periodo breve de tiempo

  • Hacer descansos del consumo de AINE

Es más probable que los opiáceos causen problemas en las personas de edad avanzada, ya que parecen ser más sensibles a estos fármacos que las personas más jóvenes. Cuando algunas personas mayores toman un opiáceo durante un breve periodo de tiempo, el dolor se reduce y ello les permite una mejor funcionalidad física, pero la funcionalidad mental puede verse perjudicada, causando a veces confusión.

Los opiáceos también aumentan el riesgo de caídas y tomar opiáceos durante mucho tiempo puede aumentar el riesgo de osteoporosis y fracturas. Los opiáceos dan lugar a estreñimiento y retención urinaria, que tienden a causar más problemas en las personas mayores.

Las personas mayores son más susceptibles a sufrir enfermedades o tomar medicamentos que pueden hacerlas más propensas a sufrir efectos adversos de los opiáceos, como los siguientes:

  • Deterioro de la función mental (demencia): los opiáceos pueden empeorar la función mental ya deteriorada.

  • Trastornos respiratorios (como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica o la apnea obstructiva del sueño): los opiáceos pueden hacer que las personas respiren más lentamente (lo que se denomina depresión respiratoria) o incluso dejen de respirar (lo que se denomina parada respiratoria). La parada respiratoria suele ser la causa de la muerte por sobredosis. El hecho de sufrir un trastorno respiratorio aumenta el riesgo de depresión respiratoria, parada respiratoria y muerte por opiáceos.

  • Trastornos hepáticos o renales: el organismo de las personas que sufren un trastorno hepático o renal no puede procesar ni eliminar los opiáceos normalmente. Como resultado, los fármacos pueden acumularse, aumentando el riesgo de sobredosis.

  • Uso de otros sedantes: los sedantes, como las benzodiazepinas (como el diazepam, el lorazepam y el clonazepam), pueden interaccionar con los opiáceos y provocar somnolencia y mareo significativos. Tanto los opiáceos como los sedantes ralentizan la respiración y la toma de ambos a la vez ralentiza la respiración aún más.

Los opiáceos también pueden causar dependencia y adicción.

Por regla general, para el tratamiento del dolor en las personas mayores, los médicos prescriben analgésicos que prácticamente no tengan efectos adversos. Por ejemplo, el paracetamol (acetaminofeno) se prefiere generalmente a los AINE para el tratamiento del dolor crónico leve a moderado sin inflamación. Ciertos AINE (indometacina y ketorolaco) y algunos opiáceos (como la pentazocina) por lo general no se utilizan en las personas mayores debido al riesgo de efectos adversos. Si los opiáceos son necesarios, los médicos prescriben a las personas mayores una dosis baja al principio. La dosis se aumenta lentamente a medida que sea necesario, y sus efectos son monitorizados. La buprenorfina puede ser una buena opción, especialmente para las personas mayores con un trastorno renal, ya que puede suponer un menor riesgo de efectos adversos que otros opiáceos.

Algunos tratamientos no farmacológicos y el apoyo de los cuidadores y familiares a veces pueden ayudar a las personas mayores a controlar el dolor y reducir la necesidad de tomar analgésicos.

Las vías del dolor

El dolor producido por una lesión comienza por la estimulación de un receptor del dolor de todos los que hay repartidos por el cuerpo. Estos receptores del dolor transmiten señales como impulsos eléctricos a lo largo de los nervios de la médula espinal y luego hacia arriba hasta el cerebro. En ocasiones, la señal provoca una respuesta refleja (véase la figura Arco reflejo: sin pensar). Cuando la señal llega a la médula espinal, se manda otra señal de vuelta a lo largo de los nervios motores hasta el punto donde se originó el dolor, haciendo que los músculos se contraigan sin la participación del cerebro. Esto es lo que sucede cuando al tocar algo muy caliente inadvertidamente, nos apartamos de inmediato de la fuente de calor. Esta reacción refleja es útil para evitar un daño permanente. La señal de dolor también es enviada al cerebro. Solo cuando el cerebro procesa la señal y la interpreta como dolor, la persona toma conciencia de este.

Los receptores del dolor y sus vías nerviosas difieren según las distintas partes del cuerpo. Por este motivo, la sensación de dolor varía según el tipo de lesión y su localización. Por ejemplo, los receptores cutáneos del dolor son numerosos y capaces de transmitir una información precisa, incluyendo tanto la localización de la lesión como la causa de la agresión: cortante, como la herida de un cuchillo, o sorda, como presión, calor, frío o picor. En cambio, los receptores del dolor en los órganos internos, como el intestino, son limitados e imprecisos. Así, el intestino se puede pinchar, cortar o quemar sin generar ninguna señal de dolor. Sin embargo, el estiramiento y la presión en el intestino provocan un dolor intenso, incluso por algo tan inocuo como una burbuja de gas atrapada. El cerebro no puede identificar la localización exacta del dolor intestinal, de manera que resulta difícil de localizar y se suele sentir sobre un área extensa.

A veces se siente dolor en una zona del cuerpo que no representa exactamente el sitio del problema, pues se trata de un dolor reflejo desde otra parte del cuerpo. Esto se produce cuando las señales nerviosas procedentes de varias zonas del cuerpo recorren la misma vía nerviosa en la médula espinal y el cerebro. Por ejemplo, el dolor producido por un infarto de miocardio se siente en el cuello, la mandíbula, los brazos o el abdomen. El dolor de un cólico biliar se siente en la parte posterior del hombro.

Arco reflejo: sin pensar

Un arco reflejo es la vía de transmisión que sigue un reflejo nervioso, como el reflejo rotuliano.

  1. 1. Un pequeño golpe en la rodilla estimula los receptores sensitivos, lo que genera una señal nerviosa. La señal viaja a lo largo de un nervio hasta alcanzar la médula espinal.

  2. 2. En la médula espinal, la señal se transmite desde el nervio sensitivo a un nervio motor.

  3. 3. El nervio motor envía la señal de regreso a un músculo situado en el muslo.

  4. 4. El músculo se contrae, haciendo que la pierna se extienda bruscamente.

  5. 5. La totalidad del reflejo se produce sin la intervención del cerebro.

¿En qué consiste el dolor referido?

Sentir dolor en una zona determinada del organismo no significa siempre que el problema que lo causa esté localizado en dicha zona, ya que el dolor puede ser referido desde otro lugar. Por ejemplo, el dolor debido a un infarto de miocardio se siente como si viniera del brazo, porque la información sensitiva procedente del corazón y la procedente del brazo convergen por las mismas vías nerviosas de la médula espinal.

Dolor agudo frente a dolor crónico

El dolor puede ser agudo o crónico. Dolor agudo significa dolor que comienza de repente y no dura mucho tiempo (días o semanas). El dolor crónico dura meses o años.

Cuando es intenso, el dolor agudo causa ansiedad, aceleración de la frecuencia cardíaca, aumento de la frecuencia respiratoria, elevación de la presión arterial, sudoración y dilatación de las pupilas. Aunque no suele tener estos efectos, el dolor crónico causa otros problemas como depresión, alteraciones del sueño, disminución de la energía, poco apetito, pérdida de peso, disminución del deseo sexual y pérdida de interés en algunas actividades.

Causas del dolor

Los distintos tipos de dolor tienen diferentes causas.

El dolor nociceptivo es consecuencia de la estimulación de los receptores del dolor. Está causado por una lesión en los tejidos corporales. La mayor parte de los dolores, en particular el dolor agudo, son de tipo nociceptivo.

El dolor neuropático es consecuencia del daño o de la disfunción del encéfalo o de la médula espinal (sistema nervioso central), o de los nervios situados fuera del encéfalo y la médula espinal (sistema nervioso periférico). Puede ocurrir cuando

En la diabetes, los nervios situados fuera del encéfalo y de la médula espinal (nervios periféricos) están dañados. Los síntomas incluyen entumecimiento, hormigueo y dolor en los dedos de los pies, los pies y, a veces, en las manos.

En la neuralgia postherpética, la zona donde ha aparecido inicialmente la erupción se vuelve dolorosa y sensible a la palpación.

El dolor nociceptivo o el dolor neuropático o ambos pueden estar relacionados con el dolor agudo o crónico. Por ejemplo, el dolor lumbar crónico y la mayoría de los dolores oncológicos (debidos al cáncer) están causados principalmente por la estimulación continua de los receptores del dolor (dolor nociceptivo). Pero, en estos trastornos, el dolor también puede ser consecuencia del daño a los nervios (dolor neuropático).

Los factores psicológicos tales como la depresión también pueden contribuir al dolor. Los factores psicológicos afectan a menudo al modo en que la persona siente el dolor y a lo intenso que le parece, pero estos factores rara vez son la única causa del dolor.

Evaluación del dolor

Para evaluar a una persona con dolor, el médico pregunta acerca de los antecedentes y las características del dolor y su efecto sobre la funcionalidad de la persona. Las respuestas le ayudarán a identificar la causa y desarrollar una estrategia de tratamiento. Las preguntas incluyen las siguientes:

  • ¿Dónde se sitúa el dolor?

  • ¿Cómo es el dolor (por ejemplo, si es agudo, sordo, con cólicos)?

  • ¿Cuándo comenzó? ¿Había anteriormente alguna lesión?

  • ¿Cómo comenzó? ¿Se presentó repentinamente o apareció de manera gradual?

  • ¿Está siempre presente, o aparece y desaparece?

  • ¿Se presenta de manera previsible con ciertas actividades (como las comidas, o los esfuerzos físicos) o con ciertas posiciones corporales? ¿Qué lo empeora?

  • ¿Hay algo que lo alivie?

  • ¿El dolor afecta la capacidad para realizar las actividades cotidianas o para las relaciones interpersonales? ¿Afecta el sueño, el apetito o las funciones intestinal y vesical? Si es así, ¿de qué manera?

  • ¿Afecta el dolor al humor y a la sensación de bienestar? ¿Se acompaña de sentimientos de depresión o ansiedad?

Para evaluar la gravedad del dolor, a veces el médico utiliza una escala de 0 (ninguno) a 10 (intenso), o pide a la persona que lo defina como leve, moderado o insoportable. En los niños o en las personas con dificultades para comunicarse (por ejemplo, tras un accidente cerebrovascular), los dibujos de una serie de caras, desde sonriente, pasando por el ceño fruncido hasta el llanto, son útiles para determinar la gravedad del dolor.

Escalas de dolor: ¿Qué tan grave es el dolor?

Debido a que la intensidad del dolor es difícil de comunicar, los médicos a menudo utilizan una escala del dolor para ayudar a las personas a indicar la intensidad del dolor.

El médico siempre procura determinar si hay un trastorno físico causante del dolor. Muchas enfermedades crónicas (como el cáncer, la artritis, la anemia de células falciformes o la enfermedad inflamatoria intestinal) causan dolor, como también algunos trastornos agudos (como las heridas, las quemaduras, los desgarros musculares, las fracturas, los esguinces, la apendicitis, los cálculos renales o los ataques cardíacos).

Los médicos utilizan técnicas específicas para comprobar posibles fuentes de dolor. El médico mueve los brazos y las piernas de la persona en su amplitud normal de movimiento, para ver si ello le causa dolor. Una lesión, el estrés repetido, el dolor crónico y otros trastornos hacen que ciertas áreas del cuerpo (llamadas puntos neurálgicos o dolorosos, aunque por influencia del inglés se denominan a veces puntos gatillo) se vuelvan hipersensibles. El médico tocará varias zonas para ver si son puntos gatillo. Tocará la piel con diferentes objetos (como una llave y un alfiler) para buscar pérdida de sensibilidad o percepciones anormales.

Los médicos también consideran las causas emocionales o de salud mental. Las enfermedades mentales (como la depresión y la ansiedad) pueden empeorar el dolor. Como el dolor crónico causa depresión y ansiedad, a veces es difícil distinguir entre causa y efecto. A veces, en las personas con dolor, existen pruebas de problemas psicológicos pero no de un trastorno que pudiera explicar el dolor o su intensidad. Este tipo de dolor se denomina dolor psicógeno o psicofisiológico.

El médico preguntará sobre los fármacos (incluyendo medicamentos sin receta médica) u otros tratamientos que se hayan usado para el dolor, y si han resultado eficaces. Si se sospecha un mal uso de los opiáceos u otras sustancias, se requiere una evaluación adicional.

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