Los quistes cutáneos son quistes habituales, de crecimiento lento. Los quistes de inclusión epidérmica son los quistes cutáneos más frecuentes.
(Véase también Introducción a las neoplasias cutáneas.)
Los quistes de inclusión epidérmica (quistes epidermoides), a los que se suele denominar erróneamente quistes sebáceos, son de color carne y su tamaño varía hasta unos 5 centímetros de diámetro. Con frecuencia tienen un poro dilatado encima. Pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo, pero son más frecuentes en la espalda, la cabeza y el cuello. Por lo general, son consistentes y se mueven dentro de la piel. Contienen una sustancia maloliente, de olor parecido al queso, formada por secreciones cutáneas. Los quistes epidérmicos no son dolorosos a no ser que estallen bajo la piel y que se inflamen o se infecten.
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Los quistes de milia son quistes de inclusión epidérmica diminutos y superficiales. Aparecen con mayor frecuencia en la cara y en el cuero cabelludo.
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Los quistes pilosos (quistes tricolémicos o quistes sebáceos) pueden parecer idénticos a los quistes de inclusión epidérmica. Alrededor del 90% de los quistes pilosos se producen en el cuero cabelludo. La tendencia a desarrollarlos es hereditaria.
Los quistes epidérmicos grandes se eliminan quirúrgicamente después de inyectar un anestésico para adormecer el área. La pared del quiste debe eliminarse completamente o el quiste volverá a crecer. Es necesario drenar los quistes que han estallado debajo de la piel mediante una incisión. Los quistes pequeños que provocan molestias pueden ser cortados y drenados.