El linfoma de Burkitt es un linfoma no hodgkiniano de crecimiento muy rápido, un cáncer de glóbulos blancos que se origina a partir de los linfocitos B.
Los linfomas (véase y también Introducción a los linfomas) son cánceres de un tipo específico de glóbulos blancos (leucocitos) denominados linfocitos, que ayudan a combatir las infecciones. Los linfomas pueden desarrollarse a partir de cualquier de los 2 tipos principales de linfocitos:
linfocitos B
linfocitos T
Los linfocitos B producen anticuerpos, que son esenciales para combatir algunas infecciones. Los linfocitos T son importantes en la regulación del sistema inmunitario y para combatir las infecciones víricas.
Puede desarrollarse a cualquier edad, pero es más habitual en niños y adultos jóvenes, especialmente en los varones. A diferencia de otros linfomas, el linfoma de Burkitt clásico tiene una distribución geográfica específica: es más frecuente en África central. La infección por el virus de Epstein-Barr se asocia con el linfoma de Burkitt. Otro tipo de linfoma de Burkitt es más frecuente en personas que sufren infección por VIH y ocurre con menor frecuencia en personas que reciben un trasplante de médula ósea o de un órgano sólido o tienen otras causas de inmunodeficiencia.
El linfoma de Burkitt crece y se disemina rápidamente, con frecuencia hacia la médula ósea, la sangre y el sistema nervioso central. Cuando se extiende, produce debilidad y cansancio. En los ganglios linfáticos y los órganos abdominales pueden acumularse grandes cantidades de células del linfoma y causar inflamación. Si las células del linfoma invaden el intestino delgado pueden dar lugar a una obstrucción o una hemorragia. Pueden inflamarse el cuello y la mandíbula, a veces con dolor intenso. Para establecer el diagnóstico, los médicos realizan una biopsia del tejido anormal y solicitan otras pruebas para determinar el estadio de la enfermedad.
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Sin tratamiento, el linfoma de Burkitt es rápidamente mortal.
En algunos casos poco frecuentes es necesario realizar una intervención quirúrgica para extirpar segmentos de intestino obstruidos, hemorrágicos o perforados. La quimioterapia intensiva, que incluye la administración de antineoplásicos en el líquido cefalorraquídeo (quimioterapia intratecal) para prevenir la extensión de la enfermedad al cerebro y la médula espinal, puede conseguir la curación de más del 80% de los casos.