Embolia pulmonar (EP)

PorTodd M. Bull, MD, University of Colorado, Pulmonary and Critical Care;
Peter Hountras, MD, University of Colorado
Revisado/Modificado nov 2024
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Datos clave

La embolia pulmonar (EP) es la obstrucción de una arteria del pulmón (arteria pulmonar) por una acumulación de material sólido transportado a través del torrente sanguíneo (émbolo), generalmente un coágulo sanguíneo (trombo) o, raramente, alguna otra sustancia.

  • La embolia pulmonar está causada generalmente por un coágulo de sangre (TEP, tromboembolia pulmonar), aunque otras sustancias también pueden formar émbolos y bloquear una arteria.

  • Los síntomas de la embolia pulmonar son variables, pero generalmente incluyen dificultad respiratoria.

  • Los médicos suelen diagnosticar una embolia pulmonar buscando la obstrucción de una arteria pulmonar mediante una angiografía por tomografía computarizada (TC) o una gammagrafía pulmonar.

  • Para tratar la embolia pulmonar, se utilizan medicamentos anticoagulantes para diluir la sangre y evitar que los émbolos se agranden mientras el cuerpo disuelve los coágulos; para las personas que parecen correr riesgo de muerte pueden ser necesarias otras medidas (como medicamentos o medidas físicas para disolver los coágulos de sangre o la cirugía).

  • Para prevenir la embolia pulmonar, se pueden administrar medicamentos anticoagulantes (a veces denominados diluyentes sanguíneos) a las personas de alto riesgo.

Las arterias pulmonares transportan la sangre desde el lado derecho del corazón hasta los pulmones. La sangre recoge el oxígeno de los pulmones y regresa al lado izquierdo del corazón. La sangre es bombeada desde el lado izquierdo del corazón al resto del cuerpo para proporcionar oxígeno a los tejidos. La sangre vuelve al lado derecho del corazón a través de las venas. Cuando se obstruye una arteria pulmonar por un émbolo, puede que no se mantenga una cantidad suficiente de oxígeno en la sangre.

Los émbolos grandes (émbolos pulmonares masivos o de alto riesgo) causan tanta obstrucción que el lado derecho del corazón no puede bombear suficiente sangre a través de las arterias pulmonares y la presión arterial disminuye. Si se bombea muy poca sangre o si el corazón se esfuerza excesivamente, la persona puede entrar en choque y morir. A veces, la obstrucción del flujo sanguíneo provoca la muerte de parte del tejido pulmonar, lo que se denomina infarto pulmonar.

El cuerpo normalmente disuelve los coágulos pequeños más rápidamente que los de mayor tamaño, manteniendo al mínimo los daños. Los coágulos grandes tardan más tiempo en disolverse. Por razones desconocidas, en un pequeño porcentaje de personas, los coágulos no se rompen y forman cicatrices, lo que puede causar un aumento crónico de la presión arterial en las arterias pulmonares (hipertensión pulmonar) y causar síntomas a largo plazo, como dificultad respiratoria y edema (o hinchazón) de las extremidades inferiores.

La embolia pulmonar afecta a cerca de 350 000 personas por año y causa aproximadamente 85 000 muertes al año en los Estados Unidos. Afecta mayoritariamente a los adultos. Del 30 al 50% de los pacientes con una embolia pulmonar describen limitaciones funcionales y de ejercicio hasta un año después del evento.

Causas de la embolia pulmonar

La causa de émbolo pulmonar más común es un

  • Coágulo de sangre

Por lo general, el coágulo de sangre se forma en una vena de una pierna o en una vena pélvica cuando el flujo sanguíneo se ralentiza o se detiene, como puede ocurrir en las venas de las piernas cuando una persona permanece en una posición durante mucho tiempo después de una lesión (por ejemplo, una fractura de cadera), una cirugía mayor o bien cuando la persona permanece sentada durante mucho tiempo en un viaje. Otras causas incluyen aquellos trastornos que hacen que la sangre sea más propensa a coagularse o la presencia de una sustancia extraña en el torrente sanguíneo (por ejemplo, una vía intravenosa catéter en una vena grande).

La causa de la formación de coágulos de sangre en las venas puede que no sea perceptible, pero muchas veces las circunstancias predisponentes (factores de riesgo) son evidentes. Estas circunstancias incluyen

  • Edad avanzada, sobre todo a partir de los 60 años

  • Trastorno de la coagulación de la sangre (aumento del riesgo de coagulación, denominado estado de hipercoagulabilidad)

  • Cáncer

  • Los catéteres introducidos en una vena de gran calibre para administrar fármacos o nutrientes (catéteres venosos)

  • Enfermedades de la médula ósea que hacen que la sangre se espese demasiado

  • Insuficiencia cardíaca

  • Reducción de la movilidad (por ejemplo, después de una intervención quirúrgica o una enfermedad o durante un largo viaje en automóvil o en avión)

  • Infecciones (algunas infecciones graves causan inflamación sistémica que predispone a la coagulación; el SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19, puede desencadenar la formación de coágulos)

  • Lesión en la pelvis, la cadera o una pierna

  • Trastorno renal denominado síndrome nefrótico

  • Cirugía mayor en los últimos 3 meses

  • Obesidad

  • Embarazo o periodo después del parto (puerperio)

  • Coágulo de sangre anterior

  • Anemia de células falciformes (anemia drepanocítica o drepanocitosis)

  • Tabaquismo

  • Accidente cerebrovascular (ictus)

  • Uso de estrógenos, por ejemplo como tratamiento para los síntomas de la menopausia o como anticonceptivos (en cuyo caso el riesgo es particularmente alto en las mujeres a partir de 35 años o que fuman)

  • Uso de moduladores de los receptores de estrógenos (como raloxifeno o tamoxifeno)

  • Terapia de sustitución con testosterona

En personas que deben permanecer sentadas durante mucho tiempo sin cambiar de posición (como puede suceder durante viajes largos en avión) el riesgo es ligeramente mayor.

Se cree que las personas que sufren COVID-19 presentan un mayor riesgo de embolia pulmonar. El riesgo puede ser mayor porque las personas que están enfermas u hospitalizadas tienen probablemente una movilidad reducida, pero la enfermedad en sí misma también puede aumentar la probabilidad de desarrollar coágulos de sangre.

Resulta menos frecuente que los coágulos de sangre se formen en las venas de los brazos. En ocasiones, los coágulos se encuentran en el lado derecho del corazón. Sin embargo, una vez que el coágulo formado en una vena se libera y pasa al torrente circulatorio, es habitual que se desplace hacia los pulmones.

Tipos de émbolos inusuales

La obstrucción repentina de una arteria pulmonar no solo es causada por coágulos de sangre. Otros materiales también pueden formar émbolos

  • Grasa que escapa de la médula ósea a la sangre a causa de una fractura o durante una intervención quirúrgica ósea y forma un émbolo. A veces, la grasa también puede escapar durante procedimientos como la liposucción y el injerto de grasa.

  • También puede formar un émbolo el líquido amniótico impulsado hacia el interior de las venas pélvicas durante un parto complicado.

  • Grupos de células cancerígenas pueden introducirse en el torrente sanguíneo y formar un émbolo.

  • Si un catéter se abre accidentalmente en una de las venas de mayor calibre (venas centrales), las burbujas de aire pueden formar un émbolo. También puede producirse una embolia aérea durante una intervención en una vena (como durante la extracción de un coágulo de sangre). Un riesgo adicional es el buceo bajo el agua (porque el nitrógeno disuelto en la sangre y los tejidos a una mayor concentración por la alta presión forma burbujas a medida que la presión disminuye; esto se conoce como enfermedad por descompresión).

  • Los materiales infectados también pueden formar émbolos y viajar al pulmón. Entre las causas se encuentran el consumo ilícito de drogas inyectadas por vía intravenosa, ciertas infecciones en las válvulas del corazón y la inflamación de una vena con formación de coágulos de sangre e infección (tromboflebitis séptica).

  • Una sustancia extraña puede introducirse en el torrente sanguíneo (generalmente por inyección intravenosa de sustancias inorgánicas como talco o mercurio por parte de los usuarios de drogas inyectables), donde puede formar émbolos y viajar a los pulmones.

  • El cemento óseo quirúrgico puede entrar ocasionalmente en el torrente sanguíneo después de un procedimiento llamado vertebroplastia.

Síntomas de embolia pulmonar

Los síntomas de la embolia pulmonar dependen del alcance del bloqueo de la arteria pulmonar y del estado general de salud del paciente. Por ejemplo, las personas que padecen otra enfermedad, como una enfermedad pulmonar obstructiva crónica o una cardiopatía coronaria, pueden presentar síntomas más incapacitantes.

Es posible que los pequeños émbolos no causen síntomas, pero si aparecen suelen hacerlo repentinamente.

Los síntomas de embolia pulmonar pueden incluir

  • Dificultad respiratoria

  • Dolor torácico

  • Mareo o desmayo

La dificultad respiratoria puede ser el único síntoma, especialmente si no llega a desarrollarse un infarto pulmonar. Con frecuencia, la respiración es muy rápida y la persona puede sentirse ansiosa o inquieta, como si estuviera sufriendo una crisis de ansiedad.

Algunas personas tienen dolor torácico. El ritmo cardíaco puede volverse rápido o irregular, o de ambas maneras.

En algunas personas, particularmente aquellas con émbolos masivos, los primeros síntomas de la embolia pulmonar son el mareo o la pérdida del conocimiento. La presión arterial puede descender peligrosamente (una afección denominada choque), la piel puede estar fría, la piel clara puede presentar un color azulado mientras que la piel oscura puede aparecer grisácea (cianosis) y la persona puede morir de repente.

En las personas mayores, el primer síntoma de embolia pulmonar puede ser confusión o deterioro de la función mental. Estos síntomas suelen ser el resultado de una pérdida súbita de la capacidad cardíaca para impulsar suficiente sangre rica en oxígeno hacia el cerebro y otros órganos.

Infarto pulmonar

El infarto pulmonar se produce cuando algún tejido pulmonar no recibe suficiente flujo sanguíneo y oxígeno y, por lo tanto, muere debido a la obstrucción de un vaso sanguíneo pulmonar por un émbolo pulmonar. Por lo general, los síntomas de infarto pulmonar evolucionan en cuestión de horas. Si se produce un infarto pulmonar, la persona puede expectorar un esputo sanguinolento, dolor torácico agudo al inspirar y, en algunos casos, fiebre. Con frecuencia los síntomas del infarto duran varios días, pero habitualmente disminuyen de forma progresiva.

Embolia recurrente

En los casos poco frecuentes de personas que presentan émbolos recurrentes, la presión arterial en los vasos sanguíneos de los pulmones puede aumentar repetidamente (lo que se denomina hipertensión pulmonar), causando hipertensión pulmonar tromboembólica crónica. Este aumento de la presión arterial puede causar síntomas tales como dificultad respiratoria, hinchazón de los tobillos o piernas y debilidad, que tienden a desarrollarse de manera progresiva a lo largo de meses o años.

Diagnóstico de la embolia pulmonar

  • Angiografía por TC, ecografía de las piernas, gammagrafía de perfusión pulmonar, o una combinación de estas pruebas

Los médicos sospechan el diagnóstico de embolia pulmonar basándose en los síntomas del paciente y sus factores de riesgo, como una intervención quirúrgica reciente, un periodo prolongado en cama o una propensión a la formación de coágulos.

Una embolia pulmonar importante puede ser relativamente fácil de diagnosticar para los médicos, sobre todo si el estado de la persona presenta trastornos evidentes que podrían causar una embolia pulmonar, como signos de un coágulo sanguíneo en una pierna. Sin embargo, en muchos casos, los síntomas son mínimos o se confunden con síntomas de otros trastornos como neumonía, infarto de miocardio o asma, un importante motivo por el cual la embolia pulmonar a menudo resulta difícil de diagnosticar.

Algunas pruebas de rutina pueden proporcionar indicios de que se ha producido una embolia pulmonar. Sin embargo, estas pruebas no pueden diagnosticar con certeza si una embolia pulmonar está realmente presente.

Pruebas que sugieren la presencia de una embolia pulmonar

Con muy poca frecuencia, una radiografía de tórax puede revelar alteraciones leves en las estructuras de los vasos sanguíneos que aparecen tras una embolia y también puede revelar signos de infarto pulmonar. Sin embargo, los resultados radiológicos son frecuentemente normales, e incluso cuando no lo son, no permiten establecer el diagnóstico con certeza.

La electrocardiografía (ECG) puede a veces mostrar anomalías. Estas anomalías pueden apoyar o sugerir el diagnóstico de embolia pulmonar, pero no pueden confirmarlo.

Los niveles de oxígeno en la sangre se miden con un sensor que se coloca sobre el pulpejo del dedo (pulsioximetría). Dado que una embolia pulmonar bloquea las arterias pulmonares, el nivel de oxígeno en la sangre puede ser bajo. A veces, los médicos también toman una muestra de sangre y miden la concentración de oxígeno y otros gases que contiene.

Los médicos primero valoran la probabilidad de que se haya producido un embolismo pulmonar, en base a información como el riesgo del sujeto frente a la embolia pulmonar, la severidad de sus síntomas y los resultados de las primeras pruebas (como la radiografía de tórax y el nivel de oxígeno en la sangre). Es importante destacar que una embolia pulmonar se considera poco probable si los factores de riesgo están completamente ausentes.

Si parece poco probable la existencia de una embolia pulmonar, suele hacerse un análisis de sangre que mide una sustancia llamada dímero-D. Esta prueba puede ser la única necesaria si la embolia pulmonar parece poco probable. Si el dímero-D es normal, entonces la probabilidad de que se haya producido una embolia pulmonar es extremadamente baja. A pesar de que un nivel bajo de dímero-D en sujetos con bajo riesgo implica que es poco probable una embolia pulmonar, un nivel elevado no necesariamente significa que la embolia pulmonar sea probable. Otros trastornos, como una infección o un traumatismo, pueden hacer que el dímero-D esté elevado por lo que son necesarias otras pruebas para confirmar el diagnóstico.

Prueba analítica

Si la embolia pulmonar parece más probable, o si el resultado de la prueba del dímero-D es anómala, se realizan pruebas adicionales, por lo general una o varias de las pruebas siguientes:

Pruebas para diagnosticar una embolia pulmonar

Una angiografía por TC es un tipo de TC. Es rápida, no invasiva y bastante precisa, sobre todo para grandes coágulos. En esta prueba se inyecta material de contraste en una vena. El material de contraste viaja a los pulmones a través de las arterias pulmonares y un equipo de tomografía computarizada (TC) genera las imágenes de la sangre en las arterias para determinar si un émbolo pulmonar está bloqueando el flujo sanguíneo. La angiografía por TC es la prueba de diagnóstico por la imagen más utilizada para diagnosticar una embolia pulmonar. El tamaño del corazón también puede indicar hasta qué punto está siendo forzado.

La gammagrafía pulmonar de ventilación/perfusión es una técnica no invasiva y bastante precisa, pero requiere más tiempo que una TC. Una exploración de ventilación/perfusión consiste en realidad en dos exploraciones, una que mide la respiración (ventilación) y otra que mide el flujo sanguíneo (perfusión). Las pruebas generalmente se realizan juntas, pero también se pueden hacer por separado.

En una gammagrafía pulmonar de perfusión una pequeña cantidad de sustancia radiactiva se inyecta en una vena y viaja a través de las arterias pulmonares hasta los pulmones, donde delinea el suministro de sangre al pulmón. Los resultados completamente normales de una perfusión descartan una embolia pulmonar. Los resultados anómalos sugieren la posibilidad de una embolia pulmonar, pero también pueden indicar la posible presencia de otros trastornos. Los médicos a veces utilizan una gammagrafía de perfusión pulmonar si el paciente tiene un problema renal que impide la realización de una angiografía por TC debido a que el material de contraste utilizado para la TC podría dañar aún más los riñones.

En una gammagrafía pulmonar de ventilación, la persona inhala un gas inocuo que contiene trazas de material radiactivo, el cual se distribuye a través de los pequeños sacos de aire de los pulmones (alvéolos). En las imágenes se visualizan las áreas donde se libera dióxido de carbono y se capta oxígeno.

Generalmente los médicos pueden determinar si la persona ha padecido una embolia pulmonar comparando la gammagrafía de ventilación con el modelo de irrigación sanguinea mostrado en la prueba de perfusión.

La ecografía de las piernas es una prueba no invasiva y puede identificar coágulos en las venas de las piernas, que son las fuentes habituales de la embolia pulmonar (TEP, tromboembolia pulmonar). La ausencia de coágulos en las venas de las piernas no descarta una embolia pulmonar. Sin embargo, si la ecografía revela coágulos de sangre y la persona afectada presenta poca dificultad para respirar y no hay disminución de su presión arterial o aumento de su frecuencia cardíaca, recibe algunas veces el mismo tratamiento que recibiría si presentara embolia pulmonar sin ninguna prueba adicional, ya que el tratamiento para ambas afecciones es a menudo el mismo.

El uso de la angiografía de la arteria pulmonar, en la que se inyecta un colorante en las arterias pulmonares a través de un catéter, para el diagnóstico de una embolia pulmonar aguda es muy poco frecuente.

Pruebas en casos de embolias graves o recurrentes

La ecocardiografía puede demostrar la existencia de un coágulo de sangre en la aurícula derecha o en el ventrículo derecho del corazón. Los resultados de esta prueba pueden ayudar a determinar la gravedad de la embolia, mostrando que el lado derecho del corazón se contrae con fuerza al tratar de impulsar la sangre a través de los coágulos.

En las personas que no presentan factores de riesgo aparentes para los coágulos de sangre o la formación de coágulos de sangre de manera repetida, se pueden medir las proteínas en la sangre para determinar si la causa es un trastorno de la coagulación.

Tratamiento de la embolia pulmonar

  • La terapia de apoyo

  • Anticoagulación

  • A veces, la colocación de un filtro de vena cava inferior

  • A veces, terapia trombolítica ("rotura de coágulos") administrada a través de una vena o a través de un catéter colocado en la arteria pulmonar

  • A veces, eliminación del coágulo mediante succión a través de un catéter o mediante cirugía

El tratamiento de la embolia pulmonar comienza con el tratamiento de los síntomas. Si la concentración de oxígeno en la sangre es baja, se administra oxígeno. Es posible que se necesiten analgésicos para aliviar el dolor. Si la presión arterial es baja se administran líquidos intravenosos y, a veces, fármacos que aumentan la presión arterial. La ventilación mecánica (tubo de respiración) puede ser necesaria si se desarrolla insuficiencia respiratoria.

Anticoagulación

Se administran anticoagulantes para evitar que los coágulos de sangre existentes viajen a los pulmones y se formen coágulos adicionales. Las opciones son heparina, fondaparinux, anticoagulantes orales de acción directa, como apixabán, rivaroxabán, edoxabán y dabigatrán o, en algunos casos, warfarina.

Un tipo de heparina, denominada heparina no fraccionada, se administra por vía intravenosa (por vena) y, por lo tanto, actúa rápidamente y puede revertirse rápidamente. Sin embargo, la heparina requiere la realización frecuente de análisis de sangre para controlar el efecto y hospitalización continuada. En su lugar puede administrarse un tipo diferente de heparina llamada heparina de bajo peso molecular o bien puede administrarse un medicamento llamado fondaparinux. Los medicamentos se administran por vía subcutánea (mediante inyección subcutánea) una o dos veces al día. Se pueden prescribir ablandadores de heces o laxantes y se pueden continuar después de que la persona sea dada de alta del hospital. El efecto de estos medicamentos es más predecible que el de la heparina no fraccionada, por lo que no es necesario controlar los niveles.

Cuando se utiliza edoxaban o dabigatran, los médicos deben mantener el tratamiento con heparina (por vía intravenosa o mediante inyección debajo de la piel) durante los primeros días de tratamiento antes de que puedan administrar el edoxaban o el dabigatran, lo que a veces significa que el paciente debe permanecer en el hospital. Por el contrario, cuando se administra rivaroxaban o apixaban, la terapia con heparina es a veces innecesaria si la embolia pulmonar es de pequeño tamaño. Cuando los médicos eligen la terapia con warfarina, se administran ambos, heparina y warfarina, durante los primeros días de tratamiento y luego se administra warfarina sola.

El tratamiento con warfarina requiere análisis periódicos de sangre para comprobar que la sangre es lo suficientemente fluida como para prevenir la formación de coágulos, pero no tan fluida como para causar una tendencia al sangrado (llamado exceso de anticoagulación). La dosis de warfarina se ajusta con frecuencia basándose en los resultados de los análisis de sangre. Además, la warfarina interactúa con muchos tipos diferentes de alimentos, medicamentos y complementos, lo que puede dar lugar a una sangre demasiado líquida o demasiado espesa. Si se produce una anticoagulación excesiva, pueden desarrollarse hemorragias graves en varios órganos del cuerpo.

Puesto que muchas sustancias pueden interaccionar con la warfarina, las personas que la toman deben asegurarse de consultar con su médico antes de tomar otros medicamentos o complementos, incluidos los que se pueden obtener sin receta médica, como el paracetamol (acetaminofeno) o la aspirina (ácido acetilsalicílico), los preparados a base de hierbas y los complementos dietéticos. Es posible que los alimentos ricos en vitamina K (que afecta a la coagulación sanguínea), como el brócoli, las espinacas, la col rizada y otras verduras de hoja verde, así como el hígado, el pomelo y su zumo, y el té verde deban ser consumidos en cantidades muy concretas o bien evitados.

Los anticoagulantes orales de acción directa, como apixabán, rivaroxabán, edoxabán y dabigatrán, tienen varias ventajas sobre la heparina o la warfarina. Al igual que la warfarina, estos fármacos pueden administrarse por vía oral, pero no necesitan ajustes ni pruebas para controlar el nivel de anticoagulación. Además, estos fármacos no suelen interactuar con los alimentos u otros fármacos y tienen menos probabilidades de causar un sangrado grave en comparación con la warfarina. El rivaroxaban siempre debe tomarse con comida.

El lapso durante el cual se utilizarán los anticoagulantes deberá individualizarse para cada persona. Cuando la embolia pulmonar es consecuencia de un factor de riesgo reversible, como una intervención quirúrgica, el tratamiento se administra durante 3 meses. Si la causa es algún problema a largo plazo, como un trastorno de la coagulación, el medicamento se puede administrar de forma indefinida. Por ejemplo, las personas que padecen embolia pulmonar recurrente, a menudo debida a un trastorno de la coagulación hereditario o a un cáncer, por lo general deben tomar anticoagulantes indefinidamente. Estudios de investigación más recientes han demostrado que, en muchos casos en los que se continúa la administración de rivaroxabán o apixabán durante más de 6 meses, la reducción de la dosis disminuye el riesgo de sangrado e incluso previene la mayoría de los coágulos recurrentes.

Terapia trombolítica

Los fármacos trombolíticos ("fármacos destructores de coágulos") como alteplasa (tPA), rompen y disuelven los coágulos de sangre. Debido a que estos medicamentos pueden causar sangrado peligroso o fatal, por lo general sólo se utilizan en personas que parecen estar en peligro de muerte debido a una embolia pulmonar. Excepto en las situaciones más graves, estos medicamentos generalmente no se administran a personas que se han sometido a cirugía durante las 2 semanas anteriores, están embarazadas, han sufrido un accidente cerebrovascular reciente o presentan algún otro factor que aumenta el riesgo de hemorragia.

Medidas físicas

En algunos casos, si una persona parece estar en peligro de morir a causa de una embolia pulmonar masiva, el médico puede tratar de deshacer o eliminar el émbolo introduciendo un catéter en la arteria pulmonar.

Puede ser necesario recurrir a la cirugía en algunos casos de embolia grave. La eliminación de un émbolo pulmonar en la arteria pulmonar puede evitar un desenlace mortal. La cirugía se utiliza también para extraer coágulos de larga permanencia en la arteria pulmonar que causan dificultad respiratoria persistente y tensiones muy altas en la arteria pulmonar (hipertensión pulmonar tromboembólica crónica).

A través de un catéter puede colocarse un filtro en la vena principal del abdomen que drena la circulación sanguínea procedente de las piernas y la pelvis hacia el lado derecho del corazón. Este filtro se puede usar si los émbolos reaparecen a pesar del tratamiento anticoagulante o si los anticoagulantes no se pueden usar inicialmente por alguna razón, como una hemorragia en curso. Los coágulos se suelen originar en las piernas o en la pelvis, y un filtro impide que lleguen a la arteria pulmonar. Algunos filtros modernos son extraíbles (recuperables). La extracción ayuda a prevenir algunas complicaciones que pueden ocurrir cuando los filtros se dejan en su lugar de forma permanente.

Filtros de vena cava inferior: una manera de prevenir la embolia pulmonar

Para evitar la embolia pulmonar, los médicos suelen utilizarmedicamentos que limitan la coagulación sanguínea. Sin embargo, para algunas personas, los médicos pueden recomendar la colocación temporal o permanente de un filtro de vena cava inferior en la vena cava inferior. Este dispositivo de filtro se recomienda típicamente cuando no se puedenutilizar medicamentos que limiten la coagulación, por ejemplo, en presencia de hemorragia. El filtro puede aprisionar los émbolos antes de que lleguen al corazón, pero permite que la sangre circule libremente. En ocasiones, los émbolos atrapados se disuelven de forma espontánea.

Pronóstico de la embolia pulmonar

La probabilidad de morir de una embolia pulmonar es baja, pero la embolia pulmonar masiva puede causar la muerte súbita. La mayoría de las muertes se producen antes de que se sospeche el diagnóstico, a menudo al cabo de unas pocas horas después de la embolia. Los factores importantes que afectan al pronóstico incluyen

  • El tamaño del émbolo

  • El tamaño de las arterias pulmonares bloqueadas

  • El número de arterias pulmonares bloqueadas

  • El efecto en la capacidad de bombeo del corazón

  • El estado de salud general del sujeto

El pronóstico depende de la respuesta del organismo a la embolia pulmonar, reflejada por la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la concentración de oxígeno, y de si se requieren medicamentos para ayudar a elevar la presión arterial.

Cualquier persona con problemas graves de corazón o de pulmón tiene mayor riesgo de morir a causa de una embolia pulmonar. Las personas con función cardíaca y pulmonar normales a menudo sobreviven, a menos que el émbolo bloquee la mitad o más de las arterias pulmonares.

Prevención de la embolia pulmonar

La embolia pulmonar puede ser peligrosa y difícil de tratar, por lo que los médicos tratan de evitar la formación de coágulos de sangre en las venas de las personas en riesgo. En general, las personas, sobre todo las que son propensas a formar coágulos, deben intentar permanecer activas y moverse tanto como sea posible. Por ejemplo, cuando realizan viajes muy largos en avión, deben ponerse de pie y moverse cada 2 horas.

Los médicos escogen los anticoagulantes, las medidas de prevención física o la combinación de medidas según la razón por la cual la persona afectada corre riesgo de embolia pulmonar y su estado de salud subyacente.

Anticoagulación para tratar la embolia pulmonar

A algunas personas se les administra un medicamento anticoagulante (también denominado antitrombótico), por lo general heparina.

La heparina tiene dos presentaciones:

  • No fraccionado

  • De bajo peso molecular

La heparina no fraccionada y la heparina de bajo peso molecular parecen igualmente eficaces. La heparina es el fármaco más ampliamente utilizado para la prevención de coágulos en las venas de las pantorrillas después de una cirugía mayor, especialmente en las piernas. La heparina de bajo peso molecular es más predecible que la forma no fraccionada de heparina y se usa comúnmente para la prevención de coágulos en personas sometidas a intervenciones quirúrgicas que comportan un riesgo elevado de formación de coágulos, como el reemplazo de cadera o de rodilla. Se inyectan pequeñas dosis de heparina, ya sea heparina no fraccionada o heparina de bajo peso molecular, justo debajo de la piel, por lo general entre 6 y 12 horas después de la cirugía. Idealmente, se administran dosis adicionales hasta que la persona se pone de pie y vuelve a caminar (y a veces durante más tiempo).

A las personas hospitalizadas que presentan alto riesgo de desarrollar embolia pulmonar (por presentar insuficiencia cardíaca, inmovilidad, enfermedad crítica u obesidad, o quienes tengan antecedentes de formación de coágulos) les resulta beneficiosa la administración de pequeñas dosis de heparina aunque no hayan sido sometidas a intervención quirúrgica alguna. La heparina a bajas dosis no incrementa la frecuencia de complicaciones hemorrágicas graves, pero sí puede aumentar la exudación de sangre desde las heridas.

A las personas con riesgo de embolia pulmonar se les puede indicar warfarina, un anticoagulante administrado por vía oral. Las personas que toman warfarina necesitan análisis de sangre periódicos para controlar el efecto de la warfarina. La warfarina interactúa con muchos medicamentos, alimentos y suplementos que las personas pueden estar tomando. Otros medicamentos son más seguros y fáciles de usar; por lo tanto, la warfarina no se utiliza con frecuencia.

Los anticoagulantes orales directos tales como rivaroxabán, apixabán, edoxabán y dabigatrán inhiben la formación de sustancias que aumentan la producción de coágulos en el organismo. Estos fármacos son eficaces en la prevención de la formación de coágulos de sangre y en general son más inocuos que la warfarina. No obstante, la warfarina todavía se considera la mejor opción para algunas personas, como las que llevan válvulas cardíacas metálicas.

Los anticoagulantes también se pueden usar para prevenir la recurrencia de la embolia pulmonar (véase Tratamiento).

Medidas físicas

En las personas que han sido sometidas a una intervención quirúrgica, en especial las de edad avanzada, el riesgo de formación de coágulos puede reducirse de la forma siguiente

  • Usando dispositivos de compresión neumática intermitente o llevando medias de compresión elásticas

  • Realizando ejercicios de piernas

  • Levantarse de la cama y moverse tan pronto como sea posible

Los dispositivos de compresión intermitente de aire son dispositivos inflables que se extienden sobre la parte inferior de las piernas y se inflan y desinflan para proporcionar presión externa a fin de mantener la sangre en movimiento en las piernas. Sin embargo, estos dispositivos no son suficientes por sí mismos para evitar la formación de coágulos en las personas que se han sometido a determinadas intervenciones quirúrgicas de riesgo, como una sustitución de cadera o de rodilla.

Las medias de compresión elásticas proporcionan presión constante sobre los vasos sanguíneos de las piernas para mantener el flujo sanguíneo. Es probable que sean menos eficaces que los dispositivos de compresión intermitente, pero pueden seguir siendo útiles para reducir el riesgo de formación de coágulos sanguíneos en las piernas.

Hacer ejercicios de piernas y levantarse de la cama también ayuda a mantener el flujo sanguíneo en las piernas.

A las personas que presentan un riesgo elevado de sufrir una embolia pulmonar y no pueden tomar anticoagulantes debido a un riesgo elevado de sangrado se les puede colocar un filtro (llamado filtro de vena cava inferior) dentro de la vena cava inferior, que es una vena grande que devuelve la sangre al corazón desde la parte inferior del cuerpo. El filtro atrapa los émbolos y evita así que lleguen a los pulmones.

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