El cinc (Zn) está presente sobre todo en huesos, dientes, cabello, piel, hígado, músculo, leucocitos y testículos. Forma parte de varios cientos de enzimas, incluidas muchas deshidrogenasas del dinucleótido de nicotinamida y adenina (NADH), RNA y DNA polimerasas y factores de transcripción del DNA, así como la fosfatasa alcalina, superóxido dismutasa y anhidrasa carbónica.
(Véase también Generalidades sobre deficiencia e intoxicación por minerales.)
El límite superior recomendado en adultos para la ingestión de cinc es de 40 mg/día; el límite superior es menor en las personas más jóvenes. La intoxicación es rara.
La ingestión de cinc elemental en dosis de 100 a 150 mg/día durante períodos prolongados interfiere con el metabolismo del cobre y causa un descenso de los niveles séricos de cobre, microcitosis eritrocítica, neutropenia y alteraciones de la inmunidad; dosis más altas deben administrarse sólo durante períodos breves, con seguimiento estrecho del paciente.
La ingestión de cantidades mayores (200 a 800 mg/día), por lo general a causa de consumir alimentos o bebidas ácidas contenidos en un envase galvanizado (revestido de cinc), puede provocar anorexia, vómitos y diarrea. La intoxicación crónica puede causar deficiencia de cobre y daño nervioso.
La fiebre de los vapores metálicos, también llamada fiebre de los fundidores de latón o temblores del cinc, está causada por la inhalación de vapores industriales de óxido de cinc; provoca fiebre, disnea, náuseas, fatiga, mialgias y un sabor metálico en la boca. El inicio de los síntomas suele ser de 4 a 12 h después de la exposición. Los síntomas remiten después de transcurridas 12 a 24 h en un ambiente sin cinc.
El diagnóstico de la intoxicación por cinc suele realizarse sobre la base del transcurso del tiempo y el antecedente de exposición.
El tratamiento de la intoxicación por cinc consiste en eliminar la exposición al cinc; no hay antídotos disponibles.