El aceite de pescado puede consumirse a través de la ingestión de pescado, extraerse directamente o concentrarse e indicarse en forma de cápsulas. Los principios activos son los ácidos grasos omega-3 (ácido eicosapentaenóico [EPA] y ácido docosahexaenoico [DHA]). Recientemente, se desarrollaron cepas de levadura mediante ingeniería genética que naturalmente pueden producir cantidades sustanciales de estos aceites y se están convirtiendo en otra fuente (1). Las dietas occidentales suelen tener bajo contenido de ácidos grasos omega-3. (Otras fuentes dietéticas de ácidos grasos omega-3 diferentes del pescado son las nueces y el aceite de linaza).
(Véase también Generalidades sobre los suplementos dietéticos y National Institutes of Health (NIH): Omega-3 fatty acids fact sheet for health professionals.)
Acciones
El aceite de pescado se utiliza para la prevención y el tratamiento de la enfermedad cardiovascular aterosclerótica, en forma específica mediante el descenso del nivel de triglicéridos. Es probable que los mecanismos sean múltiples, pero se desconocen. Si bien aún no están avalados, se presumen beneficios para la prevención primaria de la enfermedad cardiovascular aterosclerótica, como la reducción de las concentraciones de colesterol, la desaceleración de la progresión de la degeneración macular relacionada con la edad y el cáncer, el tratamiento de la artritis reumatoide, la sequedad ocular y la depresión, la disminución de la tensión arterial y la prevención de la nefrotoxicidad por ciclosporina.
Evidencia
Anteriormente, la evidencia indicaba que ácido eicosapentaenoico/ácido docosahexaenoico (en varias combinaciones) 800 a 1.500 mg/día reduce el riesgo de infarto de miocardio y muerte por arritmias en pacientes que tienen coronariopatía preexistente y están tomando fármacos convencionales (2). El ácido eicosapentaenoico/ácido docosahexaenoico (EPA/DHA) también reduce los triglicéridos.
El estudio OMEMI (Ácidos grasos omega-3 en adultos mayores con infarto de miocardio) de 2021 fue un estudio clínico aleatorizado en el que 1027 pacientes de 70 a 82 años con infarto agudo de miocardio reciente (2 a 8 semanas) fueron tratados con 1,8 g de ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) n-3 (930 mg de ácido eicosapentaenoico y 660 mg de ácido docosahexaenoico) o placebo (aceite de maíz) por día, además del tratamiento habitual. El criterio de valoración primario fue una combinación de infarto agudo de miocardio no letal, revascularización no programada, accidente cerebrovascular, mortalidad por todas las causas y hospitalización por insuficiencia cardíaca después de 2 años. El criterio de valoración primario se cumplió en el 21,4% de los pacientes que recibieron AGPI n-3 frente al 20,0% del grupo que recibió placebo (P = 0,60). Los autores concluyeron que el estudio no detectó una reducción de los eventos clínicos en pacientes mayores con infarto agudo de miocardio reciente (3).
Una revisión de 2016 verificó pruebas sólidas que avalan un efecto reductor de los triglicéridos dependiente de la dosis. Sin embargo, se obtuvo evidencia de calidad moderada que reveló un menor riesgo de muerte por causa cardiovascular y de eventos cardiovasculares adversos importantes, y evidencia de baja calidad que indicó que las dosis más altas se asociaron con un menor riesgo de enfermedad coronaria e insuficiencia cardíaca. No se observó un efecto hipotensor (4).
La revisión Cochrane de 2020 de 86 ensayos controlados aleatorizados (162.796 sujetos) de 12 a 88 meses de duración confirmó que los ácidos grasos omega-3 disminuyen los triglicéridos y, según la evidencia con alto grado de certeza, tienen escaso efecto sobre el desarrollo de eventos cardiovasculares y muerte. La revisión encontró una leve disminución de la mortalidad cardiovascular, pero no hubo diferencia en el número de accidentes cerebrovasculares o de arritmias. La revisión observó que 167 participantes necesitaban tratamiento para prevenir un evento coronario, y 334 participantes necesitaban tratamiento para prevenir una muerte por enfermedad coronaria (5). Sin embargo, el ensayo REDUCE-IT, que reclutó a pacientes con enfermedad cardiovascular establecida o con diabetes y otros factores de riesgo más niveles elevados de triglicéridos a pesar del tratamiento con estatinas, informó una reducción significativa en los eventos cardíacos adversos mayores usando el agente farmacológico prescrito, icosapent etil (6).
El asesoramiento científico de la American Heart Association en 2019 ha comentado las limitaciones del uso de suplementos de aceite de pescado de venta libre y recomienda que solo se usen productos recetados aprobados por la FDA para la hipertrigliceridemia (7).
Efectos adversos
Puede haber eructos con olor a pescado, náuseas y diarrea. El riesgo de hemorragia aumenta con la relación ácido eicosapentaenoico/ácido docosahexaenoico > 3 g/día. En un estudio de gran envergadura, las tasas de hemorragia mayor fueron similares (10,7%) en el grupo que recibió ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) n-3 que en los pacientes tratados con placebo (11,0%, p = 0,87) (3).
Las preocupaciones sobre la contaminación por mercurio no se han fundamentado en pruebas de laboratorio. Aun así, las embarazadas o las que amamantan no deben tomar suplementos de ácidos grasos omega-3 extraídos de pescados y deben limitar el consumo de ciertos tipos y cantidades de pescados debido al riesgo potencial de contaminación por mercurio.
En un estudio de gran envergadura que incluyó pacientes tratados con etilo de icosapento, se observó mayor frecuencia de estreñimiento, edema periférico y fibrilación auricular que en los pacientes tratados con placebo (6).
Interacciones farmacológicas
El aceite de pescado combinado con antihipertensivos puede disminuir la tensión arterial. La ingestión de aceite de pescado puede aumentar el efecto anticoagulante de la warfarina, aunque algunos estudios no han demostrado eventos adversos de sangrado (8). Sin embargo, los pacientes deben ser advertidos acerca de la posibilidad de que aumente la hemorragia.
Referencias
1. Xue Z, Sharpe PL, Hong SP, et al: Production of omega-3 eicosapentaenoic acid by metabolic engineering of Yarrowia lipolytica. Nat Biotechnol 31(8):734-740, 2013. doi: 10.1038/nbt.2622
2. MacLean CH, Mojica WA, Morton SC, et al: Effects of omega-3 fatty acids on lipids and glycemic control in type II diabetes and the metabolic syndrome and on inflammatory bowel disease, rheumatoid arthritis, renal disease, systemic lupus erythematosus, and osteoporosis. Evid Rep Technol Assess (Summ) 2004;(89):1-4.
3. Kalstad AA, Myhre PL, Laake K, et al: Effects of n-3 fatty acid supplements in elderly patients after myocardial infarction: a randomized, controlled trial. Circulation 143(6):528-539, 2021. doi:10.1161/CIRCULATIONAHA.120.052209
4. Balk EM, Adams GP, Langberg V, et al: Omega-3 fatty acids and cardiovascular disease: an updated systematic review. Evid Rep Technol Assess (Full Rep) (223):1-1252, 2016. doi:10.23970/AHRQEPCERTA223
5. Abdelhamid AS, Brown TJ, Brainard JS, et al: Omega-3 fatty acids for the primary and secondary prevention of cardiovascular disease (review). Cochrane Database Syst Rev 3:CD003177, 2020. doi: 10.1002/14651858.CD003177.pub5
6. Bhatt DL, Steg PG, Miller M, et al: Cardiovascular risk reduction with icosapent ethyl for hypertriglyceridemia. N Engl J Med 380(1):11-22, 2019. doi: 10.1056/NEJMoa1812792
7. Skulas-Ray A, Wilson PWF, Harris WS, et al: Omega-3 fatty acids for the management of hypertriglyceridemia: a science advisory from the American Heart Association. Circulation 140(12):e673-e691, 2019. doi: 10.1161/CIR.0000000000000709
8. Pryce R, Bernaitis N, Davey AK, et al: The use of fish oil with warfarin does not significantly affect either the International Normalized Ratio or incidence of adverse events in patients with atrial fibrillation and deep vein thrombosis: a retrospective study. Nutrients 8(9):578, 2016. doi:10.3390/nu8090578
Más información
El siguiente recurso en inglés puede ser útil. Tenga en cuenta que el MANUAL no es responsable por el contenido de este recurso.