Fiebre en adultos

PorLarry M. Bush, MD, FACP, Charles E. Schmidt College of Medicine, Florida Atlantic University
Revisado/Modificado jul 2024
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Datos clave

La fiebre es una temperatura corporal elevada que se produce cuando el termostato del cuerpo (situado en el hipotálamo, en el encéfalo) se reinicia a una temperatura más elevada, principalmente como respuesta a una infección. La temperatura corporal elevada que no está causada por un restablecimiento del punto de ajuste de la temperatura se denomina hipertermia.

A pesar de que se considera como normal una temperatura de 37° C, la temperatura corporal varía a lo largo del día, siendo más baja por la mañana y más alta al finalizar la tarde, cuando puede alcanzar los 37,7° C. De igual forma, cuando hay fiebre la temperatura no se mantiene constante. A veces existen picos de fiebre diarios que vuelven después a la normalidad. Este proceso se denomina fiebre intermitente. En ocasiones la temperatura varía pero no regresa a la normalidad. Este proceso se denomina fiebre remitente. En la actualidad, para el diagnóstico de algunas enfermedades, no se considera que el patrón de ascenso y descenso de la fiebre sea demasiado importante.

La temperatura corporal se puede medir en varias zonas del cuerpo. Los lugares más frecuentes son la boca (temperatura oral) y el recto (temperatura rectal). Entre otros lugares se encuentran la oreja, la frente y, con mucha menor probabilidad, la axila. La temperatura se mide habitualmente con un termómetro digital. Los termómetros de cristal que contienen mercurio no se recomiendan debido al riesgo de que se rompan exponiendo al usuario al mercurio.

Las temperaturas orales se consideran elevadas cuando

  • Son superiores a 37° C por la mañana temprano.

  • Su temperatura es superior a 38° C en cualquier momento posterior a la madrugada.

  • Son más elevadas que la temperatura diaria normal de una persona.

Las temperaturas rectal y timpánica (en el oído) son aproximadamente 0,6° C más elevadas que las temperaturas orales.

La temperatura de la piel (por ejemplo, la frente) es aproximadamente 0,6° C más baja que la temperatura oral.

Muchas personas utilizan el término fiebre de forma vaga, a menudo para expresar que se sienten demasiado calientes, demasiado fríos o sudorosos, pero en realidad no han medido su temperatura.

La capacidad de generar fiebre se reduce en ciertas personas (por ejemplo, las que son muy mayores, muy jóvenes o que las que sufren un trastorno por consumo de alcohol).

(Véase también Introducción a las enfermedades infecciosas y Fiebre en bebés y niños.)

Consecuencias de la fiebre

Los síntomas se deben principalmente al trastorno que causa la fiebre más que a la fiebre en sí misma.

Aunque muchas personas se preocupan de que la fiebre pueda ser perjudicial, las típicas elevaciones temporales de la temperatura corporal comprendidas entre 38° C y 40º C que producen la mayoría de las infecciones agudas son bien toleradas por los adultos sanos. La fiebre, por el hecho de ser una de las defensas contra una infección del organismo, puede desencadenar la producción de anticuerpos y dificultar el crecimiento de los microorganismos, además de disminuir la gravedad de una infección y ayudar a que desaparezca.

Sin embargo, una fiebre moderada puede ser un poco peligrosa en adultos con enfermedades cardíacas o pulmonares debido a que la fiebre hace que aumente la frecuencia cardíaca y la frecuencia respiratoria. La fiebre también puede empeorar el estado mental en personas con demencia.

Además, la elevación extrema de la temperatura (por lo general más de 41° C) puede ser perjudicial. Una temperatura corporal tan alta puede causar la disfunción y, en última instancia, el fracaso de la mayoría de los órganos. Dicha elevación extrema puede ser causada por una infección muy grave (como sepsis, malaria o meningitis), pero es más típica de un golpe de calor o tras el consumo de ciertas drogas ilícitas (como la cocaína o la PCP).

La fiebre en niños sanos puede causar convulsiones febriles.

Causas de fiebre en los adultos

Las sustancias que producen fiebre reciben el nombre de pirógenos. Estos pueden provenir del interior o del exterior del organismo. Los microorganismos y las sustancias que ellos producen (como las toxinas) son ejemplos de pirógenos que se forman en el exterior del cuerpo. Los pirógenos formados en el interior del cuerpo suelen estar producidos por 2 tipos de glóbulos blancos denominados monocitos y macrófagos. Los pirógenos exteriores al organismo provocan fiebre al estimularlo para que produzca sus propios pirógenos, o bien afectando directamente el área del cerebro que controla la temperatura corporal.

Muchos trastornos pueden causar fiebre. En general se los clasifica como

  • Infecciosos (más común)

  • Neoplásicos (cáncer)

  • Inflamatorios (incluyendo trastornos autoinmunitarios, reacciones alérgicas y algunas reacciones a fármacos)

Es muy probable que una infección sea la causa en los adultos con una fiebre que dura 4 días o menos (lo que se denomina fiebre aguda). Una fiebre aguda en personas con cáncer o un trastorno inflamatorio conocido tiene también más probabilidades de tener una causa infecciosa. En las personas sanas, es poco probable que la fiebre aguda sea el primer signo de una enfermedad crónica. Es más probable que una causa no infecciosa sea responsable de la fiebre cuando esta dura mucho tiempo o es recurrente.

Causas infecciosas

Las infecciones son las causas más frecuentes de fiebre. Infecciones pueden estar causadas por bacterias, virus u hongos. Prácticamente todas las infecciones pueden causar fiebre, pero, en general, las causas infecciosas más probables son las siguientes:

La mayoría de las infecciones agudas de las vías respiratorias y del tracto gastrointestinal son víricas.

Causas neoplásicas

Muchos cánceres causan fiebre, por ejemplo, la leucemia, el linfoma y el cáncer de riñón.

Causas inflamatorias

Los trastornos inflamatorios que causan fiebre incluyen los trastornos reumáticos sistémicos, como la artritis reumatoide, el lupus eritematoso sistémico y la arteritis de células gigantes.

La fiebre también puede ser consecuencia de una reacción alérgica.

Los fármacos y drogas a veces pueden causar fiebre. Por ejemplo, los antibióticos beta-lactámicos (como la penicilina) y las sulfamidas pueden desencadenar fiebre. Ciertas drogas ilícitas (como la cocaína, las anfetaminas o la fenciclidina) y medicamentos como los anestésicos y los antipsicóticos pueden causar una temperatura extremadamente elevada.

Factores de riesgo

Ciertos factores ayudan a los médicos a determinar cuál es la causa más probable de fiebre en una persona. Estos factores de riesgo incluyen:

  • El estado de salud, la edad y la ocupación de la persona

  • Hospitalización

  • Uso de ciertos medicamentos o drogas ilícitas

  • Exposición a las infecciones (por ejemplo, a través de los viajes o el contacto con personas, animales o insectos infectados).

Tabla

Evaluación de la fiebre en adultos

Por lo general, el médico puede determinar que una infección está presente basándose en una breve historia clínica, la exploración y, en ocasiones, realizando algunas pruebas complementarias simples como la radiografía de tórax y el análisis de orina. A veces, sin embargo, la causa de la fiebre no es fácil de identificar.

Cuando el médico evalúa a un paciente con fiebre aguda, se centra en dos cuestiones básicas:

  • En identificar otros síntomas como dolor de cabeza o tos: estos síntomas ayudan a limitar las posibles causas de la fiebre.

  • Determinar si se presenta una enfermedad grave o crónica: muchas de las posibles infecciones víricas agudas remiten por sí solas y también son difíciles de diagnosticar de forma específica (es decir, determinar cuál es exactamente el virus que está causando la infección). Limitar las pruebas únicamente a aquellos que presentan una infección grave o crónica puede ayudar a evitar muchas búsquedas costosas, innecesarias y, a menudo, infructuosas.

Signos de alarma

En las personas con fiebre aguda, algunos signos y características son motivo de preocupación. Entre estos signos se incluyen los siguientes

  • Alteración de la función mental, como confusión

  • Dolor de cabeza, rigidez de cuello o ambos

  • Manchas planas, pequeñas, de color rojo púrpura en la piel (petequias), que indican un sangrado debajo de la piel

  • Hipotensión arterial

  • Frecuencia cardíaca rápida o respiración acelerada

  • Dificultad respiratoria (disnea)

  • Temperatura mayor de 40° C o inferior a 35° C.

  • Viaje reciente a un área donde es común alguna enfermedad infecciosa grave, como la malaria.

  • Tratamiento reciente con fármacos que inhiben el sistema inmunitario (inmunosupresores)

Cuándo acudir al médico

Si existe algúnos signos de alarma se debe ver a un médico de inmediato. En estos casos suele ser necesario realizar pruebas complementarias de forma inmediata y, a menudo, es necesario el ingreso en el hospital.

Si no existen signos de alarma se debe llamar al médico si la fiebre dura más de 24 a 48 horas. Dependiendo de la edad de la persona, la presencia de otros síntomas y enfermedades conocidas, el médico puede querer valorarla en la consulta o recomendarle un tratamiento en su domicilio. Por lo general, es necesario consultar con un médico si la fiebre dura más de 3 o 4 días, independientemente de otros síntomas.

Actuación del médico

En primer lugar, el médico pregunta acerca de los síntomas del paciente y su historial médico. A continuación, realiza una exploración física. Los antecedentes clínicos y la exploración física a menudo sugieren la causa de la fiebre y las pruebas que pueden ser necesarias.

El médico comienza preguntando al paciente por los síntomas y las enfermedades presentes y previas, la medicación que está tomando, si ha recibido transfusiones de sangre, si ha estado expuesto a infecciones, los viajes recientes, a vacunas y las hospitalizaciones, intervenciones quirúrgicas u otros procedimientos médicos a los que se haya sometido. El patrón de la fiebre rara vez ayuda a hacer el diagnóstico. Sin embargo, una fiebre que se repite cada dos o tres días es característica de la malaria. Los médicos consideran la malaria y otras infecciones transmitidas por insectos como posible causa solo si las personas afectadas han viajado a un área donde la infección es común.

Los viajes recientes orientan a veces sobre la causa de la fiebre, ya que algunas infecciones se presentan en áreas determinadas. Por ejemplo, la coccidioidomicosis (una infección por hongos) aparece principalmente en las regiones desérticas del sudoeste de Estados Unidos, América Central y del Sur.

Las exposiciones recientes también son importantes. Por ejemplo, los sujetos que trabajan en un matadero o en una planta envasadora de carne son más propensos a desarrollar brucelosis (una infección bacteriana transmitida a través del contacto con animales domésticos). Otros ejemplos incluyen agua o alimentos inseguros (como leche y productos lácteos no pasteurizados y carne, pescado y marisco crudos o poco cocidos), insectos (como mosquitos) y picaduras de garrapata, relaciones sexuales sin protección y exposiciones ocupacionales o recreativas (como la caza, el senderismo y los deportes acuáticos).

El dolor es una clave importante para el posible origen de la fiebre, por lo que el médico pregunta acerca de cualquier dolor de oídos, cabeza, cuello, dientes, garganta, tórax, abdomen, flancos, recto, o cualquier dolor muscular y articular.

Otros síntomas que ayudan a determinar la causa de la fiebre incluyen congestión y/o secreción nasal, tos, diarrea y síntomas urinarios (frecuencia, urgencia y dolor al orinar). Saber si el paciente presenta un aumento de volumen de los ganglios linfáticos o una erupción cutánea (incluyendo el aspecto, localización y el momento de aparición en relación con otros síntomas) puede ayudar al médico a identificar la causa. Cuando existe fiebre recurrente, sudoración nocturna y pérdida de peso, las personas afectadas pueden tener una infección crónica como la tuberculosis o la endocarditis (infección del revestimiento interno del corazón y, por lo general, de las válvulas cardíacas).

El médico también puede preguntar acerca de lo siguiente:

La exploración comienza confirmando que el paciente presenta fiebre. La fiebre se determina con mayor precisión midiendo la temperatura rectal, pero a menudo se mide la temperatura oral o la del oído. La temperatura de la frente no es tan precisa como la rectal, pero los médicos pueden medir la temperatura de la frente para detectar fiebre. La temperatura de la axila es la menos precisa, por lo que los médicos rara vez la utilizan para confirmar la fiebre. A continuación, los médicos realizan un examen exhaustivo de la cabeza a los pies para detectar una fuente de infección o indicios de enfermedad.

Pruebas complementarias

La necesidad de realizar pruebas complementarias depende de los hallazgos efectuados durante la anamnesis y la exploración.

Los sujetos sanos que tienen un episodio de fiebre agudo y síntomas vagos y generales (por ejemplo, con malestar o dolor generalizado) probablemente sufran una enfermedad vírica que va a desaparecer sin necesidad de tratamiento. Por lo tanto, no requieren por lo general pruebas. La excepción está constituida por personas que se encuentran en una zona donde se está diseminando el COVID-19, personas que han estado expuestas a un animal o insecto (llamado vector) que transportan y transmiten una enfermedad específica, como los afectados por una picadura de garrapata y las personas que han estado recientemente en un área donde es común un trastorno en particular (como la malaria).

Si el sujeto, por otro lado sano, tiene algún hallazgo que sugiera un trastorno particular, puede ser necesario realizar pruebas complementarias. El médico selecciona las pruebas necesarias en función de los hallazgos. Por ejemplo, si se tiene dolor de cabeza y rigidez en el cuello, se realiza una punción lumbar para buscar una meningitis. Si se presenta tos y congestión pulmonar, se realiza una radiografía de tórax para detectar si existe una neumonía. Para ciertas enfermedades respiratorias, como el COVID-19 o la gripe, existen pruebas moleculares rápidas que pueden ofrecer resultados en cuestión de minutos o de unas pocas horas. Se pueden realizar algunas pruebas rápidas sobre una muestra obtenida con un hisopo de algodón en el hogar o en el consultorio. Otras pruebas rápidas para la identificación de una causa específica de una infección requieren una muestra de sangre enviada al laboratorio.

Los sujetos que presentan un riesgo elevado de infección, aquellos que tienen una afectación importante y aquellos con una edad avanzada, a menudo necesitan pruebas complementarias, incluso cuando los hallazgos no sugieran un trastorno particular. En estos casos se puede practicar las siguientes pruebas:

  • Un hemograma completo (incluyendo el número y la proporción de los diferentes tipos de glóbulos blancos o leucocitos)

  • Cultivos de orina y hemocultivos

  • Radiografía de tórax

  • Un análisis de orina

Prueba analítica
Prueba analítica

El aumento en el número de glóbulos blancos (leucocitos) suele indicar infección. La proporción de los diferentes tipos de glóbulos blancos o leucocitos (recuento diferencial) facilita más pistas. Un aumento de neutrófilos, por ejemplo, sugiere una infección relativamente reciente por bacterias. Un aumento de eosinófilos indica la presencia de parásitos, por ejemplo tenias o gusanos nematelmintos.

También se pueden remitir muestras de sangre, orina y otros fluidos corporales al laboratorio para intentar identificar el microorganismo en un cultivo. Se pueden realizar otros tipos de análisis de sangre para detectar anticuerpos contra microorganismos específicos.

Fiebre de origen desconocido (FOD)

La fiebre de origen desconocido se puede diagnosticar cuando

  • La persona afectada presenta fiebre de 38,3° C como mínimo durante varias semanas

  • Una investigación exhaustiva no detecta una causa.

En tales casos, la causa puede ser una infección crónica poco frecuente (como tuberculosis, infección cardíaca bacteriana, Infección por VIH, citomegalovirus o virus de Epstein Barr) o algo más que una infección, como un trastorno reumático sistémico (como lupus o artritis reumatoide) o cáncer (como linfoma, cáncer de ovario o leucemia). Otras causas incluyen reacciones a medicamentos o sustancias ilícitas, coágulos sanguíneos (trombosis venosa profunda), inflamación de los tejidos orgánicos (sarcoidosis) y enfermedad inflamatoria intestinal.

En las personas mayores, las causas más frecuentes de la fiebre de origen desconocido son arteritis de células gigantes, linfomas, abscesos y tuberculosis.

Los médicos suelen efectuar análisis de sangre, incluyendo un hemograma completo, hemocultivos, pruebas hepáticas y pruebas para comprobar si hay trastornos reumáticos sistémicos. También se pueden hacer otras pruebas, como una radiografía de tórax, análisis de orina y urocultivo.

Prueba analítica

Para diagnosticar la causa son útiles la ecografía, la tomografía computarizada (TC) o la resonancia magnética nuclear (RMN), en especial de las zonas en las que se tienen molestias. Para identificar las áreas de infección o inflamación se puede indicar una gammagrafía, después de inyectar en una vena glóbulos blancos (leucocitos) marcados con un trazador radiactivo o una tomografía por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés).

Si los resultados de todas las pruebas anteriores son negativos, el médico necesita obtener una muestra de tejido del hígado, de la médula ósea o de otra zona en la que sospeche que pueda localizarse la infección para su estudio (biopsia). La muestra se examina al microscopio, se hace un cultivo y se analiza.

El tratamiento de la fiebre de origen desconocido se centra en el tratamiento del trastorno que causa la fiebre, si se conoce. Los médicos pueden administrar medicamentos para bajar la temperatura corporal (véase tratamiento de la fiebre).

Tratamiento de la fiebre en adultos

El mejor tratamiento para la fiebre es el tratamiento de la causa.

Dado que la fiebre ayuda al organismo a defenderse contra la infección, y dado que la fiebre en sí no representa un peligro (a menos de que sobrepase los 41º C), no está claro si se debe reducir la temperatura en todas las personas con fiebre. Sin embargo, un paciente con fiebre alta suele sentirse mucho mejor cuando se trata la fiebre. Además, se considera que los pacientes con una enfermedad cardíaca o pulmonar, y aquellos con demencia tienen mayor riesgo de presentar complicaciones peligrosas, por lo que en estos casos se debe tratar la fiebre.

Los fármacos utilizados para bajar la temperatura del cuerpo se llaman antipiréticos.

Los fármacos antitérmicos (o antipiréticos) más eficaces y usados son el paracetamol (acetaminofeno) y los fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como aspirina (ácido acetilsalicílico), ibuprofeno y naproxeno. Estos medicamentos se toman siguiendo las instrucciones que figuran en la etiqueta del envase.

Debido a que muchos medicamentos para el resfriado o la gripe que se venden sin receta contienen paracetamol (acetaminofeno), se debe tener cuidado de no tomar al mismo tiempo paracetamol (acetaminofeno) y uno o más de uno de estos preparados contra la gripe y el resfriado.

Únicamente si la temperatura sobrepasa los 41,1º C es preciso aplicar otras medidas para reducir la temperatura del afectado (como rociarle con agua tibia o utilizar toallas húmedas).

No se deben aplicar friegas de alcohol en la piel con un paño o una esponja, ya que el alcohol puede ser absorbido por la piel y tener efectos nocivos.

Las personas que sufren una infección de la sangre (bacteriemia) o presentan una alteración de los signos vitales (como tensión arterial baja, pulso rápido y frecuencia respiratoria elevada) necesitan ingreso hospitalario.

Aspectos esenciales para las personas mayores: fiebre

La fiebre puede ser problemática en las personas mayores, porque el cuerpo no responde de la manera que lo haría en una persona más joven. Por ejemplo, en los ancianos frágiles, es menos probable que una infección cause fiebre. Incluso cuando la temperatura esté aumentada debido a una infección, esta puede ser más baja que la definición convencional de fiebre, y la elevación de la temperatura puede no corresponder a la gravedad de la enfermedad. Del mismo modo, otros síntomas, como el dolor, pueden ser menos evidentes. Con frecuencia, un deterioro en el funcionamiento físico y/o mental habitual es el único signo inicial de neumonía o de infección de las vías urinarias que acompañan a la fiebre.

Sin embargo, las personas mayores con fiebre son más propensas a tener una infección bacteriana grave que los adultos jóvenes con fiebre. Al igual que en los adultos jóvenes, la causa más frecuente suele ser una infección de las vías respiratorias o urinarias. Las infecciones de la piel y de las partes blandas son también causas frecuentes de fiebre en las personas mayores. Las personas mayores son más propensas a presentar manifestaciones graves de infecciones víricas respiratorias, como la gripe, la COVID-19 y el virus sincitial respiratorio (VRS).

El diagnóstico de fiebre en personas mayores es similar al de los adultos jóvenes, salvo que en los ancianos suelen realizarse análisis de orina (incluyendo cultivos) y una radiografía de tórax. Las muestras de sangre se cultivan (hemocultivos) para descartar una infección en la sangre (bacteriemia).

Conceptos clave

  • En las personas sanas la mayor parte de los casos de fiebre están producidos por una infección respiratoria o gastrointestinal debido a un virus.

  • Si se tiene fiebre alta y algún signo de alarma se debe acudir al médico de inmediato.

  • Generalmente, el médico puede identificar una infección en base a una breve historia médico, el examen físico y, en ocasiones, algunas pruebas complementarias simples. A continuación, teniendo en cuenta los resultados y, en particular, los síntomas del sujeto, se determina si son necesarias otras pruebas complementarias.

  • Una posible causa de fiebre de larga evolución son los trastornos crónicos subyacentes, en particular los que afectan al sistema inmunitario.

  • El paracetamol (acetaminofeno) o un AINE por lo general reducen la fiebre y mejoran el estado de la persona afectada, aunque en la mayoría de los casos, este tratamiento no es crucial.

  • En las personas mayores, es menos probable que una infección cause fiebre y los otros síntomas pueden ser menos evidentes.

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